Opinión

Mejor convoque a la paz

"Aunque parezca increíble e inaceptable para muchos, aún está a tiempo de evitar que lo terrible se le vuelva fatídico, Presidente".

Hace un par de meses vi una película española titulada “Contratiempo”, sin saber lo que estaba a las puertas de suceder en Guatemala un domingo de hoy ingrata recordación. El film me pareció muy intenso por su temática centrada en una cadena de malas decisiones, combinadas con acciones inescrupulosas que llevan a alguien al colapso total. La trama describe un hecho desafortunado que de empezar siendo algo malo pasó a ser algo peor, y que después se volvió pésimo hasta terminar en una horrible tragedia. Un contexto similar intuyo que estamos viviendo aquí por estos días.

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El enrarecido ambiente previo a la tormenta; el lento pero seguro trayecto hacia el precipicio. Sería una enorme deslealtad a la Patria de parte del presidente Jimmy Morales, aislar al país y hundirlo en la violencia política por una osadía tan nefasta como la que se atrevió a hacer. Y aunque parezca increíble e inaceptable para muchos, aún está a tiempo de evitar que lo terrible se le vuelva fatídico. Todavía puede impedir que la debacle no sea tan grave para él y para quienes vivimos bajo este cielo. Los ánimos están caldeados. La ira local, en pleno hervor. Las pasiones, desbordadas.

Hoy más que nunca nos urge un liderazgo orientador, sereno y sabio. Ese del que precisamente carecemos. A Morales no le suman los apoyos que hasta ahora ha recibido. No es positivo para él que los acusados por corrupción le den su respaldo. Tampoco le sirven las “hurras” de un alcalde capitalino que firmó la paz, pero que puede declarar la guerra. No le aportan los jefes ediles a quienes les sobran denuncias y sospechas por corrupción de diversa índole. La adhesión de dirigentes sindicales sin prestigio, como Joviel Acevedo y Nery Barrios, puede salirle carísima, sobre todo si se materializa el aumento para el magisterio. Que lo protejan los diputados, ni qué decirlo. Y los grupos que acarrean gente y lanzan consignas de extremismo irracional solo pueden causarle estragos a la ya de por sí frágil gobernabilidad que enfrenta su gobierno.

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Dé marcha atrás, Presidente. Sea humilde. Reúna sus pruebas e intente desvirtuar los señalamientos en su contra. Salga a dar la cara y, si se equivocó en algún movimiento o se confió demasiado de quienes le manejaban las finanzas del partido, asúmalo y deje que la transparencia lo salve. Y sobre todo: no permita que la olla de presión estalle. Calme a sus adeptos. Calme a sus asesores. Y cálmese usted. No se deje llevar por aquellos que lo adulan y que le dicen que es un héroe nacional defendiendo una soberanía de pacotilla que no existe. Tienda puentes. Dialogue. Exponga sus puntos. Logre un consenso. Manténgase en el poder, pero sin agraviar ni destruir el proceso que empezó en 2015.

“Aunque parezca increíble e inaceptable para muchos, aún está a tiempo de evitar que lo terrible se le vuelva fatídico, Presidente”.

Medítelo: no pase a la historia como el presidente que truncó la oportunidad de todo un pueblo de ganarle la partida a la impunidad y de dar el salto definitivo para convertirse en una tierra más justa. Usted lo ha expresado: quiere mantener esa lucha. Entonces hágalo. Y aproveche las mejores herramientas de las que dispone. “La justicia no se negocia”, dijo por la radio la fiscal general Thelma Aldana. Y eso es así, inevitablemente.

Sin embargo, la misma titular del MP afirmó que tanto ella como el Comisionado están dispuestos a conversar con usted. Veo difícil que el Congreso le retire su inmunidad. Usted lo sabe. Pero gobernar a partir de esa protección no le dará legitimidad ni gloria. Es cierto que desde la presidencia ha respetado los procesos que se siguen contra sus familiares. Y que ha sido muy doloroso enfrentar tal cosa. Nadie en esta pugna tiene la razón completa. Cada quien, a su manera, ha cometido errores, la CICIG y el MP incluidos.

Pero es su nombre el que más está en juego en el tambaleante tablero de la coyuntura. Y quienes hoy lo vitorean y lo azuzan, lo dejarán derrumbarse cuando usted ya no les sea útil. No puede quedar bien con todos. Eso es imposible. En la campaña recuerdo que declaró sus intenciones de ser como Juan José Arévalo. Y siendo presidente mencionó la idea de ser un “reformador”. ¿Sigue con esa idea? El peligro de un desastre mayor es inminente y cada vez menos controlable.

¿Puede tomar en serio a su canciller cuando le dice que no ha habido repercusiones internacionales, luego de su exabrupto dominical de declarar non grato a Iván Velásquez? ¿Qué le parecen las notas y los editoriales en “The New York Times”, “The Washington Post”, “The Economist” y las palabras categóricas de Nikki Haley, la vocera y embajadora de Donald Trump en las Naciones Unidas? Ve qué poco seria es su ministra de Relaciones Exteriores.

Y como ella, no han de faltarle consejeros que lo confundan y que lo orillen al lado revuelto del río. Considérelo: hay argumentos suyos que podrían mejorar esta lucha contra la impunidad, sin afectar lo hasta ahora logrado. Es importante que, en algunos casos, los procesados se defiendan desde sus casas sin que ello implique riesgo de que se fuguen o de que entorpezcan las investigaciones. Desconfíe, eso sí, de aquellos que claman por el debido proceso, pero que odian que en los medios se les diga “privados de libertad” a los reos. Solo es un ejemplo.

Es momento de proponer salidas alternativas que detengan los daños a la economía, pero que a la vez den margen a que el Estado se resarza de tanto saqueo. Es inaplazable perseguir a todo aquel que delinca, incluidos los que hacen negocio de sabotear las inversiones que cumplen con la ley.

Aunque parezca increíble e inaceptable para muchos, aún está a tiempo de evitar que lo terrible se le vuelva fatídico, Presidente. Ya de por sí el problema es grande. Lime asperezas. Ciérrele puertas a los insensatos que le entusiasmen con ahondar la guerra. Mejor convoque a la paz.

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