Opinión

Partidos departamentales

El sistema de partidos políticos está enfrentando una profunda crisis de representatividad y legitimidad. El problema no es nuevo, pero en los últimos años se ha agudizado. Uno puede preguntar a personas en círculos cercanos qué piensan de los políticos, y seguramente, muchos de ellos expresarán sin reparo, con palabras más o con palabras menos, su insatisfacción con la política.

Uno de los ámbitos en donde se materializa la crisis es en los niveles de confianza, representatividad y legitimidad que gozan los diputados del Congreso de la República. Las fuertes y constantes críticas, desde diversos espacios, al trabajo de los legisladores es una muestra de ello. Y los legisladores, en lugar de tomar acciones para recuperar la confianza y credibilidad de la ciudadanía, actúan para que se intensifique.

Es tan fácil como seguir la agenda legislativa y evidenciar, en muchos casos, que las iniciativas impulsadas por los legisladores están desconectadas de los intereses y las demandas más sentidas de la población. O cuando existe una fuerte necesidad desde la ciudadanía porque se aprueben reformas importantes para el país, los diputados muestran poca voluntad política y una fuerte resistencia.

En espacios políticos y académicos se han discutido las vías para resolver el problema de representación y legitimidad del sistema. Ya se ha diagnosticado la enfermedad, pero no se ha logrado un acuerdo sobre el tratamiento y la medicinas. El paciente a pesar de que está en agonía, aún puede salvarse si existe voluntad política y claridad en las reformas a impulsar.

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La solución debe contemplar cambios que permitan la incorporación de actores que vengan a “refrescar” y “renovar” las estructuras partidarias; y que esta renovación vaya de la mano con transformaciones en la práctica política, para que esté apegada a principios y valores democráticos, con plataformas programáticas que ofrezcan soluciones integrales a los problemas que enfrentamos, y con esfuerzos que tengan como objetivo construir partidos permanentes, que trasciendan en el tiempo, no vehículos electorales.

Una vía que se ha explorado es promover la democracia interna en las organizaciones partidarias. Esta opción, dado que modifica la estructura de poder, no ha avanzado ni tenido mucho respaldo desde los políticos. Es evidente, que estos no quieren ceder espacios de poder, y desean mantener las estructuras partidistas verticales, centralistas y poco institucionalizadas que les asegura el control del partido y las candidaturas.

Si la vía de la democracia interna no avanza, por las razones expuestas y muchas otras, hay que explorar la posibilidad de crear partidos departamentales. Esta opción busca quitar el monopolio de postulación de las organizaciones partidarias, en la elección de diputados, promoviendo la competencia electoral, y permitiendo la incorporación de actores al escenario político.

Se está discutiendo una nueva reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos –LEPP–. Esta es una oportunidad para mejorar la representación y legitimidad del sistema político. La incorporación de los partidos departamentales acompañada de cambios en los distritos electorales y la democracia interna puede ayudar a solucionar la crisis política. ¿Qué opina usted?

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