Opinión

Hogar infierno

“Esta es la negligencia más abominable de las que tengo memoria. Debimos evitar que el Hogar “Seguro” Virgen de la Asunción, terminara siendo mucho antes de las llamas, un ‘hogar infierno’”.

Es mucho lo sórdido y lo infame que converge en esta desgracia del Hogar Virgen de la Asunción. A esta hora, cuando escribo, aún no hay respuestas claras a interrogantes obvias que lloran sangre. Si tal como se ha confirmado, las niñas estaban encerradas “por castigo”, ¿por qué no había nadie pendiente del candado? En un país en el que un terremoto puede ocurrir casi en cualquier instante, resulta temerario dejar bajo llave a la gente. El presidente le dijo a “CNN” que la medida se tomó “para evitar una tragedia”. Por lo visto, fue todo lo contrario.

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Resulta imperdonable y sospechoso que no les hayan abierto la puerta. Y terrible que, tras un motín la noche previa, no existiera el mínimo control. El episodio es de los peores que recuerdo en la historia de Guatemala. No quiero imaginar los minutos de horror que vivieron las víctimas. Ni tampoco los vejámenes a los que, según información de prensa y testimonios varios, eran sometidas estas jóvenes antes de su pavoroso final. Si las 1,440 horas de grabación que el Ministerio Público extrajo de las cámaras de vigilancia muestran lo que todos suponemos, es posible que nos encontremos con un verdadero campo de concentración sostenido con fondos del Estado.

El sistema falló de manera multiinstitucional. Y la sociedad dejó pasar el ultraje con una indolencia de la que muy pocos pueden alegar inocencia. De hecho, durante los días recientes, varias personas dijeron sentirse culpables o corresponsables de esta pesadilla. Gente común. Gente que trabaja. Gente que hace deporte. Gente que se gana la vida en el teatro. Gente que vive de un sueldo. Gente de todo tipo. Es el llamado de la conciencia, muy necesario en una sociedad como la nuestra, tan comúnmente orientada hacia la apatía. Ojalá que este duro enfrentamiento con la realidad no se quede solo en un sentir pasajero que se diluya conforme pasen los días. No se pretende que la indignación se quede con la misma intensidad, pero sí se esperaría un seguimiento social que traiga consigo un cambio verdadero. Aunque sea mínimo.

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Y eso va directamente a los medios de comunicación, que debemos contar la historia con serenidad, pero sin ambages. Y no permitir que la impunidad vuelva a marcar la pauta. La lección es demasiado dura como para desaprovecharla. Buscar culpables no es el único camino. Lo que toca es corregir el sistema, incluyendo nuestro desprecio por el sufrimiento de los más vulnerables. Esta amarga página que pone contra las cuerdas al presidente Jimmy Morales pudo haberle pasado a cualquiera de sus antecesores. Lo cual tampoco lo excusa. Y menos cuando hace coro con otros funcionarios que más dan la impresión de querer lavarse las manos que de asumir sus responsabilidades.

Causa rechazo que no acepten los errores cometidos. Y peor cuando pretenden vendernos excusas inaceptables. El pueblo espera una investigación certera y rápida. Pareciera que elementos sobran como para alcanzar pronto una conclusión. Mi reconocimiento a José David López Vicente, de “Plaza Pública”, y a Mariela Castañón, de “La Hora”, por haber dado la alarma a tiempo. Es una lástima que no hayamos prestado atención a sus crónicas tan desgarradoras. Gracias también a quienes desde su posición privada o pública intentaron hacer algo para que se detuviera esta iniquidad. Muchos cometimos el tremendo error de no oír sus llamados. Porque, aunque no hubiera ocurrido el incendio del 8 de marzo pasado, igual había infinidad de tropelías que combatir de inmediato en ese refugio. Tropelías que eran torturas. Tropelías que eran violaciones. Tropelías que eran trata.

Esta es la negligencia más abominable de las que tengo memoria. Debimos evitar que el Hogar “Seguro” Virgen de la Asunción, terminara siendo, mucho antes de las llamas, un “hogar infierno”.

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