Me dice un colega extranjero que Guatemala nunca puede ser aburrida. Hoy disiento con él. Durante estos días me resulta tediosa tanta sandez disfrazada de patriotismo. Tanta verborrea sin sustento que, ya sin máscara, lo que defiende es la impunidad. Tanta vestidura rasgada que pretende, sin disimulo, que el cuello blanco delinca en cualquiera de sus perversas versiones. Golpe moral. O, mejor dicho, a la moral. A la moral que no es moralina ni moralista. De golpe, los guatemaltecos somos capaces de arreglar solos todos nuestros problemas. Incluido el de la justicia. Mal chiste.
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(Mucho se tardaron los psiquiatras en descubrir que Donald Trump no estaba precisamente en sus cabales. El espectáculo que montó en Florida el pasado fin de semana fue de locos. Dice el ensayista mexicano Mauricio González Lara que, comparado con el magnate neoyorkino, Frank Underwood de House of Cards es "un mandatario de primera línea, casi ético". O casi cuerdo, como sugieren los expertos en conducta humana. Lo cual ya es decir. Da pena ver a los otrora indocumentados defendiendo a Trump con tan encendida enjundia. Como si jamás le hubieran temido a "la migra". Es el golpe traidor. Ese que golpea a sus similares, incluyendo a la propia familia.)
A todos nos sucede alguna vez en la vida, cuando llegamos a puestos que nos quedan grandes. “Principio de Peter” que le dicen; nuestro máximo nivel de incompetencia. "Casamiento y mortaja, del cielo baja", decían las abuelitas. Estar en el sitio correcto, a la hora correcta y con las circunstancias correctas. Golpes de suerte. O todo lo contrario. Solo el implacable tiempo lo revela nítidamente. Aprender a golpes o lograrlo a golpes de aprendizaje. De uno depende. De nuestra humildad.
(Perder a un ser querido nos desencaja el corazón. Querer a un ser perdido nos descorazona el encaje. Y cuesta horrores salir de la cuesta del horror. "Hay golpes tan fuertes en la vida…¡yo no sé!…"…Por hoy me permito discrepar con Vallejo y no me trago lo de aquellos "golpes como el odio de Dios", sino que hilo fino y arriesgo teorías con los golpes del diablo en el amor, que son otro nivel de ahogo en el desasosiego, muy cercano al sosiego que alcanza el nivel de ahogo.)
Recuerdo con cariño al gran locutor Otto René Mansilla en su casa del callejón, allá en la tercera calle de la zona 1. Hombre gentil y risueño. "La voz del Golpe", le decían. En una entrevista me contó, con la afabilidad que lo distinguía, que una vez, subiéndose a un autobús, le preguntaron cuándo era el próximo cuartelazo. Qué iba él a saber. Marimbas aparte, no son esos episodios de Coup d’état, las páginas más gloriosas de nuestra historia. Eran los tiempos del "golpe con golpe yo pago", en el que las balas fratricidas nos desangraban en los charcos más oprobiosos. Charcos que, de algún modo, siguen aquí. Desangrándonos como sociedad. Me pregunto: ¿Cuánto nos faltará para llegar a aprender una "ley del amor" que "beso con beso devuelva"?
(Nunca aprendí a fumar. Jamás supe "dar el golpe". Ayer fue el "día de la pipa". No de la paz, por cierto. Si así lo hubiesen vendido, Magritte habría dicho que "eso no era una pipa". El gran pintor belga, que en agosto cumple 50 años de haberse ido de la Tierra, nos dejó una obra que es un verdadero golpe maestro del surrealismo.)
Estamos viviendo días tensos y repetitivos en Guatemala. Y eso me aburre, porque abundan los golpes bajos. Ganas me dan de volver a Asís y, al dibujar en mi mente un franciscano hablando con los pajaritos, imaginarme un mundo lennoniano en el que no hubiera países. Por cierto, es la selección de Italia el equipo de fútbol que mejor juega al contragolpe. Y por favor que nadie confunda al santo que hablaba con los pajaritos, con ese retrasado político, al que seguro golpearon cuando era chiquito, y que ahora le cancela la señal a CNN. Hablo de Nicolás Maduro, por si a alguien le entra algún golpe de duda.
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("Verso a verso" dice la canción de Serrat en la que comparte créditos con Antonio Machado, poeta. Y eso me hace meditar que el camino no sólo se hace al andar, como canta el entrañable catalán en esa inmortal pieza de 1969, sino que también se hace superando las aberraciones históricas de un país tan admirador de las "soluciones violentas" que nos han dañado en demasía con su "golpe a golpe" neciamente repetido durante el siglo XX.)
No hace falta redundar en que las recientes declaraciones del presidente Jimmy Morales se cuentan entre sus más desafortunadas. ¿O es que teme algo y está sugiriendo un venidero argumento de victimización? ¿Será que midió realmente el alcance de lo que dijo? Por lo menos le reconozco que, si era una "cortina de humo", le funcionó a las mil maravillas. Quién mejor lo sintetizó fue su propio ministro de Gobernación cuando dijo que "los golpes bien fundamentados" eran solo "un rumor".
(Suena de fondo el piano de "The Sting". Aquí los corruptos quieren ganar aunque sea por cansancio. Y esa es parte de su apuesta. Todos los golpes, el golpe.)