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El tiempo que se pierde en no cultivar a plenitud la rosa de un cariño es vida desperdiciada en desiertos banales. Escribo mientras cae la tarde del domingo. Antigua GFC ya es campeón y el río Pensativo lo siente. Veo en Twitter que Zsa Zsa Gabor murió a los 99 años y recuerdo la canción de Sabina en que el cantautor la vuelve esposa de Lenin, luego de la caída del Muro de Berlín. Hace calor en un diciembre inestable y me preocupa que Donald Trump nombre negacionistas del cambio climático en las entidades clave para la protección ambiental. La Navidad del comercio nos circunda; se mueve la economía. Intuyo el tráfico ansioso en el frenesí del “compro, luego existo”. Pienso en mi tía Marti, cuyo tren de dulzura respiró su estación final la madrugada del sábado. Una mujer que nació dama y que se marchó igual: con el señorío hidalgo digno del heroísmo que la hacía única. Su casa, llamada “Bello horizonte”, guarda la historia de una mujer ejemplar. En cuanto a pérdidas afectivas, este año ha sido implacable para mí. Desde enero me acorralaron los obituarios. Y la conclusión fue siempre la misma: hacer un trato con el reloj y dedicarle horas preciadas a lo más valioso de mi prójimo selecto. Y, si posible, desterrar del segundero aquellos lapsos insulsos en los que el desgaste marca la pauta. Que a veces son mayoría, muy a mi pesar.
Me quedé con ese pastel de pera que tanto quise llevarle a mi amorosa tía. Como también me quedé con las ganas, dos semanas atrás, de mostrarle mi apoyo a Edelberto Torres-Rivas cuando fue atacado, tanto por furibundos de derecha como de izquierda. Espero que no sea tarde para hacerlo ahora. Algo muy bueno ha de tener el sociólogo para que los ultras de ambas extremas lo despedacen. Es la ley de las redes sociales: como no ven a los ojos al objeto de su ira, se atreven a insultarlo y a agredirlo sin piedad. No harían lo mismo, ni siquiera con un octogenario como mi apreciado Edelberto, si lo tuvieran delante de sí. No son tan valientes. Y da pena ajena que algunos de sus partidarios le zafen la alfombra. Pero, con todo y los excesos, es beneficioso que estas redes sociales le den voz a quienes antes no la tuvieron en los medios masivos. Es además una dura y oportuna lección para esos mismos medios masivos que las inclementes redes sociales les vayan quitando la errónea idea de que son el cuarto poder. En este incierto momento para el periodismo, solo aquella prensa que se ciña a la ética más vigorosa podrá sobrevivir. Y solo la que base su trabajo en brindarle servicio y esperanza a la gente será la que logre mantener a flote, el oficio al que García Márquez describió como “el más hermoso del mundo”. Nos viene un año de enormes desafíos. Durante 2017, o consolidamos la lucha contra la corrupción, o retrocedemos 40 años. Hay peligros diversos en distintos frentes. En la economía, por citar un caso, me permito apuntar que el 10 por ciento del PIB proviene de las remesas. El modelo es cruel. La gente no tendría que ir a buscar trabajo a miles de kilómetros de su familia. Pero en el inmediato plazo ha sido la opción. Y el racista Trump podría crear graves descalabros en tal sentido, pese a que yo aún rezo para que el daño no pase a mayores. Confío asimismo en que se mantenga el apoyo al esfuerzo MP-CICIG-Avenida de la Reforma contra el saqueo generalizado que nos marca como sociedad. No es aceptable ni coherente proclamar que perseguir corruptos dañe el desempeño económico del país. La ley ha de aplicarse a todos por igual. Y debemos aspirar a que, a un plazo razonable, no haya más presos VIP. Y también respetar la libertad de expresión, pero a la vez no guardar silencio cuando amerite pronunciarse. Hizo bien la embajadora en Washington, Maritza Ruiz de Vielman, quien asegura haberse distanciado del comentario que, según dijo, hizo la lobbysta Betty Marroquín acerca del mandato de la CICIG. La embajadora ha trabajado en el tema de esa comisión desde sus inicios y sabe lo mucho que la necesitamos. Considero que Marroquín tiene derecho a decir lo que quiera acerca de ese asunto. Aquí o a pocas cuadras de la Casa Blanca. Pero Ruiz de Vielman, en su rol diplomático, no podía callar frente a ningún planteamiento como el que, de acuerdo con lo que ella misma asegura, emitió Marroquín. Sobre todo en el contexto actual en el que, como mencioné antes, o consolidamos la lucha contra la impunidad, o retrocedemos hasta 1970.
Años es lo que menos podemos sacrificar ahora. Vuelvo a mi entrañable tía Marti. El tiempo que se pierde en no cultivar a plenitud la rosa de un cariño, es vida desperdiciada en desiertos banales. Yo me quedé con ese pastel de pera que tanto quise llevarle. Sé sin embargo que su hidalguía señorial habrá sabido perdonármelo. Me encanta saber que su espíritu se negaba a decir palabras soeces. Nunca una expresión vulgar. Jamás un comentario tosco. La dulzura que se va para quedarse es un faro de heroísmo. Un faro que doma borrascas con esa serenidad que solo da la luz. Espero por fin haber aprendido de la experiencia: urge hacer un trato con el reloj y dedicarle horas preciadas a lo más valioso de mi prójimo selecto. A ese prójimo que puede ser un familiar excepcional, o bien las futuras generaciones. El tiempo perdido hasta los santos lo lloran; las santas que se pierden hacen llorar al tiempo. En esta Navidad, en esa tan esquiva que no es la del “compro, luego existo”, pido para Guatemala un futuro similar al nombre de la casa de mi tía Marti: “Bello horizonte”.