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“Hoy se está conmemorando el día internacional contra la corrupción. Sin duda, esta fecha es una oportunidad para analizar lo que se ha hecho contra este flagelo”.
¡Inconcebible e inaceptable! La corrupción está tan enraizada en la sociedad que es muy común escuchar comentarios de personas que la justifican. Incluso algunos llegan a decir de manera fría, refiriéndose a los funcionarios públicos: “que aproveche, solo son cuatro años”. “Bruto si no roba” “todos lo han hecho”, argumentan otros. Es triste escuchar estos comentarios que reflejan que la “corrupción”, tan criticada y señalada, termina siendo aceptada.
La corrupción es un cáncer que está carcomiendo la sociedad, no solo está en lo público, también en lo privado, es algo tan cotidiano que es muy difícil atacar. Hoy se está conmemorando el día internacional contra la corrupción. Sin duda, esta fecha es una oportunidad para analizar lo que se ha hecho contra este flagelo.
La semana pasada asistí a la 17 Conferencia Internacional contra Anti-Corrupción. Gracias al apoyo del Proyecto “Participación Cívica” implementado por Counterpart International una delegación de representantes de ocho organizaciones de sociedad civil participamos en la conferencia. Esta valiosa colaboración nos permitió conocer las experiencias de otros países en materia de lucha contra la corrupción, y tener un parámetro de comparación, para identificar en donde estamos y hacia donde debemos apostar como sociedad.
La conferencia es el principal foro mundial que reúne a jefes de Estado de todo el mundo, representantes de la sociedad civil y el sector privado, para analizar y discutir los desafíos cada vez más sofisticados de la corrupción. De las múltiples intervenciones y exposiciones dictadas en la conferencia quiero resaltar dos condiciones para que la lucha contra la corrupción sea efectiva en Guatemala.
Por un lado, la lucha contra la corrupción necesita un sistema de justicia imparcial, autónomo e independiente, principalmente de la influencia política que desea controlar y preservar el manto de impunidad, que protege a los corruptos. Esto va de la mano con la necesaria coordinación entre las instituciones de investigación y persecución penal.
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Esto nos pone en la necesidad de exigir a los diputados que aprueben las reformas a la constitución en materia de justicia, que se están discutiendo en el Congreso de la República. La aprobación de esta reforma sería un paso importante para transformar nuestro sistema de justicia, y dotarlo de independencia y autonomía. Si esto no sucede, la lucha contra la corrupción se pone cuesta arriba.
La otra reflexión está relacionada con el repudio y reclamo ciudadano. Es inconcebible que sigamos como sociedad tolerando la corrupción. Aunque pareciera contradictorio, tenemos un doble discurso. Por un lado rechazamos la corrupción y a los corruptos, pero por otro lado, lo “aceptamos”. Y esto se ve reflejado en los “dichos populares” que mencioné al inicio de esta columna.
La lucha contra la corrupción debe ser una causa social apoyada por la ciudadanía y convertirse en una forma de vida. Hay que promover esfuerzos para que estemos conscientes de los impactos que tiene la corrupción en la salud, educación, por citar algunos ejemplos de servicios públicos que vulneran nuestros derechos humanos. Y otros efectos negativos que tiene para nuestras vidas.
Por ello, además de un sistema de justicia imparcial, autónomo e independiente, también necesitamos de una ciudadanía que ponga un alto a la corrupción y que reclame más transparencia en lo público y en lo privado. ¿Qué opina usted?