Opinión

A pesar de que hubo un desenlace feliz

 

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El secuestro es un crimen abominable y ruin. Me cuesta creer que haya seres humanos capaces de torturar a un semejante con tanta iniquidad. Más si se trata de un niño. En tal sentido, la recién acaecida historia del menor liberado en la zona 4 capitalina es dramáticamente reveladora. Y triste, a pesar de su feliz desenlace. En realidad, el episodio produce un abanico de estímulos y de sentimientos. Algunos hasta inspiradores. Pero, en general, es algo que mortifica y que indigna. Cuando el fiscal César Estrada relata que el niño dibujó una cruz en la pared durante su encierro, y que la nutrió de pan y de agua pidiéndole a Dios que su abuelita no estuviera tan preocupada por él, a uno se el rompe el corazón y se le perturban los suspiros. Y además admira la entereza y el temple de ese pequeño, de 10 años, que enfrentó con gran coraje una pesadilla de tan cruel calibre.

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El subdirector de investigación criminal de la PNC, Stu Velasco, afirmó en la radio que el día en que se dio el rescate del menor, los delincuentes estaban a dos horas de ejecutarlo. De ahí lo impresionante de lo dicho por el alto mando policial, en cuanto a que el operativo tuvo 15 segundos críticos y eternos en los que cualquier pifia pudo haberle costado la vida a la víctima. Imagino la centella de adrenalina que recorrió los nervios de los agentes que participaron en el asalto a la casa de cautiverio. Y pienso en los padres del valiente niño. En sus interminables noches de angustia y de incertidumbre.

En sus espantosas conversaciones de “negociación” con los criminales. En sus flagelantes horas pensando lo peor, aferrados a la imprescindible esperanza. Solo un ser con alma de piedra no se conmovió al ver el vídeo del reencuentro. Vídeo viral. Un vídeo que me vuelve a plantear enormes dilemas acerca del papel de las redes sociales y de algunos medios de comunicación que lo divulgaron sin filtro alguno. Digo, por ejemplo, sin difuminarle la cara al niño, como mínimo. Asimismo, que la policía lo haya propagado con tanta vehemencia. Es cierto que era un resonante éxito para las autoridades, por el cual merecen todas la felicitaciones. Y es cierto también que la gente precisa de este tipo de hazañas para empezar a confiar.

Pero igual no me termina de cuadrar este cacareo tan burdo. Considero mucho más efectivo lo relatado por el oficial Velasco en la entrevista por la radio. Sin dar excesivos detalles, describió el gran trabajo de seguimiento que hicieron. Su manejo preciso y profesional. Y mostró la eficiente labor de equipo desempeñada con el Ministerio Público.

Especialmente valiosa fue su explicación de la diferencia entre un secuestro y una desaparición, a la hora de valerse de Facebook y otras redes. En el primer caso, como se sabe, se pide un rescate; en el segundo, tal cosa no sucede. Por ello, cuando la foto del niño empezó a difundirse con profusión por el mundo virtual, Velasco sostiene que hubo unas 300 llamadas falsas reclamando dinero para devolver con vida a la víctima. Y eso lo complica todo. A partir de ahora, no hay que irse de boca queriendo ayudar reenviando cuanto mensaje nos llegue al celular.

Por otro lado, el fiscal Estrada recordó un aspecto muy serio de la mayoría de los secuestros. Según dijo, los “alacranes” son aquellos seres que cuando dan el abrazo, por atrás meten el puñal. Él se refería a los informantes que proveen de datos y de rutas a los maleantes para que ejecuten la fechoría. Esto es execrable e infame. Y preocupante, porque sugiere de manera directa su cercanía con la familia de quien eventualmente sufrirá el vejamen. En paralelo, preocupa mucho que los capturados sean jóvenes entre los 19 y los 24 años. ¿Cómo entender tan repugnante proceder en gente que apenas empieza a vivir?

La psicóloga Sandra López, de Refugio de la Niñez, fue certera en describir a la familia del menor liberado como muy sólida en cuanto a la formación del carácter de quien enfrentó con tanto arrojo el cautiverio. Genera optimismo el excelente trabajo del comando antisecuestros y de la unidad del MP que se ocupa de perseguir este abyecto delito. Pero quedan en el ambiente un dolor y una indignación muy grandes por el atropello perpetrado contra la humanidad durante ese terrible episodio. Y eso, a pesar de que hubo un desenlace feliz.

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