Opinión

Darle ojos al nudo ciego

“La propuesta de reforma fiscal pasó rápidamente de ser un “documento mártir” a ser un “documento martirizado”. Casi diría que ya solo le faltan los clavos para su crucifixión”.

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La propuesta de reforma fiscal pasó rápidamente de ser un “documento mártir” a ser un “documento martirizado”. Casi diría que ya solo le faltan los clavos para su crucifixión. O un Judas oportunista que la venda por treinta denarios bien repartidos. Ahora el presidente Jimmy Morales, para quien no hace mucho pedían compasión y paciencia algunos de sus seguidores, pasó a ser el gran traidor. ¿Cómo perdonarle que ose sugerir que se cambien las tasas impositivas? Jamás. Cualquier cosa, menos eso. Este país, aunque cambie, es siempre el mismo. Como casi toda la gente. Pero peor. Porque la gente, si le alcanza la plata, puede acudir a terapia para aliviarse los traumas y las fobias. El país no puede darse ese lujo; el del diván. Y por eso, incluso con el sistemático electro shock al que nos han sometido, hasta ahora con éxito, la CICIG y el MP, nadie puede cantar victoria en este round. Aunque los buenos parezcan ir ganando, no por K.O., sino por decisión digamos casi unánime. Incluso así, el intercambio de golpes seguirá. Y algunos serán previsiblemente bajos.

Hace años oí decir a un catedrático en la Universidad que el nuestro es un país “de interminable crisis y de eterna transición”. La escena tributaria no es ajena a semejante cuadro. De hecho, es el nudo de su trama. El nudo en la garganta. El nudo ciego. Pero más que todo, el nudo en los zapatos que en vez de evitarnos caídas, nos amarra los pasos. Nudo rima con desnudo. Y así queda el sistema cuando se evidencian sus carencias para intentar acuerdos. O para aprovechar al máximo los momentos de oportunidad. La Fiscal General Thelma Aldana dio, en tal sentido, declaraciones muy fuertes y francas días atrás. Declaraciones que, en medio de este vendaval de noticias, apenas se destacaron en titulares y en redes. “Yo fui nombrada por el jefe de La Línea…()…Solo puedo ser una funcionaria de transición….()…Ojalá que el próximo fiscal no sea nombrado por el jefe de La Línea 2”. Esas palabras pintan al país de cuerpo entero. Nuestra manera de ver el mundo proviene de la naturalización del negocio turbio. Y también de considerar “asuntos cotidianos” los asesinatos y la impunidad.

Es totalmente comprensible que se desate la indignación generalizada cuando se proponen más impuestos. De ahí que mi recomendación para quienes tengan voz y voto a la hora de decidir el futuro del documento “mártir-martirizado” de la propuesta, sea que no piensen solamente en el inmediato plazo. Que si van a darle luz verde, primero mejoren lo planteado y luego mediten muy bien que el desgaste político para el régimen, incluidos el Poder Ejecutivo y el Congreso, será enorme. Y que si se lanzan a hacerlo, que sea por algo que valga la pena. No hablo solo de elevar tasas. Sobre todo me refiero a intentar, en lo posible, orientar de manera decente el gasto, con los mayores controles posibles. Y que los servicios sugieran alguna luz en su perenne laberinto. En dos platos, que se vean los impuestos y que no sólo se noten en las excentricidades del ladrón de turno y sus cómplices.

Un país sin salud y sin educación no va hacia ninguna parte. Tampoco sin una inversión estratégica en justicia. Ya es hora de que el Contralor tome un protagonismo como el que el diseño institucional le exige. Que se haga algo con los fideicomisos opacos. Que se castigue con prontitud a esos alcaldes y a esos funcionarios que compran pelotas y trompos eludiendo con descaro la ley, sin que en realidad paguen caro por hacerlo. Y tal como lo escribe en su artículo de ayer Mario García Lara, si se trata de una reforma que irá poco a poco, es preciso que se nos explique el plan. Lo cito: “Tal falta de ambición solo se entiende si esta propuesta es una fase en un proceso gradual…()… En efecto, una reforma integral, pero gradual, podría comprender varias etapas, dentro de un pacto que involucre a todas las partes afectadas”. La falta de ambición solo es comprensible si se origina en la prudencia. O en el temor. Hablar o escribir contra los impuestos garantiza popularidad instantánea. Pocos son tan lúcidos como García Lara como para plantear que, sin un proyecto serio y sin un pacto, no llegaremos lejos. Y así vuelvo a las palabras de la titular del Ministerio Público: “Ojalá que el próximo fiscal no sea nombrado por el jefe de La Línea 2”.

No creo de verdad que se haya referido al presidente Jimmy Morales, tan criticado ahora por quienes apenas hace un par de meses pedían compasión y paciencia para él. Se refería al sistema. A ese nefasto sistema en el que, si hoy se celebraran los Juegos Olímpicos de la corrupción, no podría enviar a sus mejores “atletas” por estar la mayoría de estos, o procesados o bien en prisión preventiva. Es tiempo de asumir la transición de la que habla Thelma Aldana. Y de propiciarla. De lo contrario, la interminable crisis se volverá eterna. Sirvan de ejemplo los inaceptables bloqueos en las rutas hacia las aduanas de la semana pasada. O las voces que no valoran (y rechazan) que las nuevas generaciones de guatemaltecos conozcan el estadio con el nombre de Doroteo Guamuche Flores, como siempre debió haberse llamado. Aquí los ejemplos no faltan. ¿Más impuestos? Ojalá no. Pero si vienen, por lo menos que propicien un país más justo. Que no sean un parche.

Es sano debatir el tema. Sin pelearse ni maldecirse. Intentar, por vida nuestra, ser civilizados. Y así desenredar el nudo que en vez de arreglarnos los zapatos nos amarra los pasos. Lo resumo así: es preciso darle ojos al nudo ciego.

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