Opinión

Un balde de agua fría

“Estos datos indican que algo estamos haciendo mal. Es un problema de país”.

La pobreza ha crecido durante los últimos diez años. Duro y frío. Nada más que decir. Mucho menos tratar de justificar o explicar con argumentos técnicos. No hay que darle vueltas al asunto. Guatemala es un país con altos índices de pobreza y desigualdad. La discusión debe estar en cómo solucionamos ese problema socioeconómico.

Es triste leer la noticia. Nos desnuda como país. Resulta hasta difícil escribir y articular las ideas para esta columna. Me indigna porque no puedo creer que la situación de pobreza y desigualdad no sea un detonante para promover el cambio en Guatemala. En ocasiones pienso que la pobreza la vemos tan normal que para “muchos” dejó de ser un problema.

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Los datos son contundentes. El informe presentado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que compara en los países de la región latinoamericana el Índice de Desarrollo Humano, resalta que en Guatemala la pobreza creció. Y lo peor de todo es que somos el único país en donde eso se dio. En el resto de países, en unos más y en otros menos, la pobreza se reduce.

El estudio hace una comparación de las personas que viven al día con un ingreso menor a US$4, que representan Q30.24, clasificándolas como personas en situación de pobreza; también señala que en pobreza extrema están las personas que viven con un ingreso diario menor a US$1.25, es decir Q9.45; y por último, las personas en vulnerabilidad, que son aquellas que reportan un ingreso diario entre los US$4 y US$10, es decir, entre Q30.24 y Q75.60.  

En un periodo de diez años (de 2000 a 2011) el porcentaje de la población que vive en pobreza pasó de 22.5% a 27.2%. La pobreza extrema se incrementó de 11.8% a 13.9%. Por otro lado, el porcentaje de las personas que viven en situación de vulnerabilidad registró un descenso de 30.5 % a 27.4%. En medio de estos datos, el informe resalta que la clase media cada día está más deteriorada y registró una baja en términos porcentuales de 12.9% a 9%. La clase media es cada vez más chica y se amplían las brechas de pobreza y desigualdad.

No es de extrañar, cuando se desmenuzan y exploran con un poco más de datos estas variables geográficas y étnicas, se concluye que las peores condiciones se encuentran en el área rural y con rostro indígena. Llama la atención que las personas en situación de vulnerabilidad están, en su mayoría, en las áreas urbanas.

Estos datos indican que algo estamos haciendo mal. Es un problema de país. Aquí, como coloquialmente se argumenta, todos debemos estar involucrados en la búsqueda de las soluciones: gobierno, universidades, empresas, sociedad civil, etcétera. Nadie debe ni puede quedarse afuera.

El gobierno debe enfocar sus energías por hacer más pertinentes, eficaces y eficientes las políticas que contribuyan a mejorar la calidad laboral, promover el desarrollo rural, mejorar la cobertura y calidad de las políticas educativas, la protección social (que incluye la salud), así como las condiciones para que las personas en vulnerabilidad no crucen la línea y pasen a estar en situación de pobreza, entre muchas otras acciones.

Se habla de promover una reforma fiscal. Aquí la discusión, además de incrementar los ingresos, mejorar la transparencia y la calidad del gasto, se debería aprovechar para priorizar el destino de los recursos, y el desarrollo humano integral debería ser uno de los objetivos estratégicos.

Los datos sobre la pobreza me hacen poner los pies en la tierra cuando escucho, de manera optimista, las afirmaciones que Guatemala ya cambió. Son un balde de agua fría. Reconozco que muchos guatemaltecos están más pendientes del acontecer político e interesados en la fiscalización y en exigir transparencia en el uso de los recursos públicos. Eso es positivo.

Sin embargo, aún nos levantamos todos los días con una Guatemala pobre, excluyente y discriminadora. Eso es lo que tenemos que cambiar. ¿Qué opina usted?

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