Publinews Foto:
PUBLICIDAD
El Sistema Penitenciario tiene múltiples obstáculos para su buen funcionamiento. Cuenta con un marco legal que luego de ocho años de aprobación no se respeta, los recursos financieros son insuficientes para mantener y expandir su infraestructura, la gestión tanto de la Dirección General del Sistema Penitenciario (DGSP) como de los centros ha sido muy deficiente e impera una cultura de desorden, corrupción y drogadicción dentro de los centros carcelarios.
Ante la ausencia de la autoridad gubernamental y la falta de jerarquía entre los guardias del sistema, han surgido liderazgos internos que terminan imponiendo sus reglas. Al no contar con el control en varios centros, muchos reclusos siguen delinquiendo desde las cárceles, otros las dirigen, muchos buscan sobrevivir y muy pocos se rehabilitan. Hay reclusos muy peligrosos, que tienen dinero, redes y además son cabecillas, quienes terminan teniendo el poder.
Esto fue lo que sucedió con el capitán Byron Lima Oliva. Hombre disciplinado, trabajador y definitivamente visionario, quien sabía que por varias décadas estaría “encerrado” luego que fue condenado por la muerte de Monseñor Juan Gerardi en el año 2001. Según cuentan, inicialmente transformó Pavoncito y poco a poco su modelo fue permeando otros centros. Ponía orden interno, tenía negocios, daba empleo y aparentemente estableció un sistema de traslados por medio de una red de forma ilícita. Apelaba al nacionalismo y a su interés por Guatemala. Celebraba fiestas de cumpleaños y de la independencia. Visitado por muchos políticos y aspirante a la presidencia, murió acribillado el lunes pasado junto a otros reos y visitas, suceso que destapó las carencias y los desafíos de las cárceles en Guatemala, y puso el sentido de urgencia del cambio.
Ya se tomaron las primeras decisiones como cambiar al director, así como trasladar algunos reos y hacer pesquisas más profundas. Sin embargo, el vacío que deja el capitán Lima alguien más lo va tomar y en este caso lo ideal es que sea el gobierno quien asuma este liderazgo. Además lo que se recomienda para lograr un sistema penitenciario funcional en el mediano plazo es al menos las siguientes acciones. La primera es instalar una comisión de alto nivel para la reforma penitenciaria, integrada por un equipo multidisciplinario que determine el concepto penitenciario que sea viable para el país. Importante incluir un plan, un cronograma de implementación y la proyección de costos, basado en un presupuesto realista.
Luego deberá actualizarse la Ley de Régimen Penitenciario y practicar su normativa. Definitivamente debe invertirse en nueva infraestructura carcelaria ya que actualmente hay espacio para alrededor de seis mil personas y hay más de 20 mil privados de libertad. Tal vez lo más difícil será recuperar el control interno de cada cárcel. Esto conlleva analizar y distribuir la población reclusa por perfiles, profesionalizar el recurso humano y crear la carrera penitenciara. Por último es urgente establecer mejores controles internos.
Hay que innovar en la forma de conducir el sistema. Habría que estudiar la posibilidad de tercerizar o subcontratar servicios y su administración. Además como bien dice el dicho “al elefante hay que comérselo bocado a bocado”, así que a trabajar centro por centro y a futuro construir cárceles de alta peligrosidad que incluyan guardias competentes, que los reos estén realmente aislados y al interno se viva una cultura de orden. Difícilmente obtendremos seguridad y justicia si el Sistema Penitenciario es totalmente disfuncional. ¿Quién mató a Byron Lima? ¿Qué haría si fuera el ministro de Gobernación? ¿Considera que invertir en el sistema es prioridad?