Opinión

Tu primer propósito: Crear propósitos

Silvia Olmedo, psicóloga, sexóloga y autora del libro “Sentimientos erróneos”, nos escribe en la columna invitada acerca de los retos y las metas.

Ya es casi un ritual, cada principio de año nos proponemos una serie de objetivos a conseguir antes de finalizarlo. Sí, me estoy refiriendo a los famosos “propósitos de Año Nuevo”. Aquí hay de todo: Unos se proponen encontrar pareja al fin, otros quedarse embarazados y algunos cambiar de trabajo o ascender en el que tienen. Otro muy común es perder peso al igual que el de ganar más dinero. Pero una cosa son los propósitos, toda una declaración de intenciones, y otra cosa es que los cumplamos.

Lo triste es que muchos se frustran al no alcanzar esos objetivos, que afectan negativamente su autoestima, y llegan a sentirse derrotados ante la imposibilidad de cumplirlos.

Por otro lado, muchos confunden propósitos con deseos, el más común es “esperar que les toque la lotería”. Claramente este tipo de propósitos resulta muy difícil que se cumplan porque no dependen de uno mismo. Y ¿qué hacen en lugar de pensar “lo que pedí era muy improbable?” “¡No he tenido ni tan buena suerte de que me haya tocado la lotería, ni tan mala como para que me haya tocado un terremoto!” Pues lo que hacen es un análisis sesgado, victimista y egocéntrico de la situación, lamentándose de su mala suerte, sin pararse a pensar en la cantidad de cosas positivas que les ha tocado por pura buena suerte. Como nacer sano, tener derecho a una educación o estar rodeado de gente que quieren.

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Pero hay propósitos que sí dependen de uno mismo y que generan aún más frustración cuando no se consiguen. “¿En qué fallé?”, te preguntas. La mayoría falla en algo tan básico como no planear y tener una hoja de ruta o una estrategia sobre cómo conseguir sus objetivos. Por lo pronto es imprescindible definir claramente tu propósito. Para eso, es vital escribirlo y describir exactamente en qué consiste, sobre todo visualizar y escribir los beneficios que vas a conseguir y cómo crees que te vas a sentir una vez que lo logres. No te centres solo en la meta, motívate anticipando lo bien que te vas a sentir cuando lo consigas.

En vez de limitarte a escribir “voy a perder 20 libras para finales de marzo”, haz una hoja de ruta en la que escribirás tu meta final, pero también establece pequeñas metas hasta llegar al objetivo final, e incluye el cómo hacerlo y los recursos que vas a necesitar. Por ejemplo, reducir cada semana dos libras con un programa de ejercicios más dieta, y date un pequeño auto regalo, como poder volver a cerrar el botón de una blusa o camisa que antes parecía que iba a estallar. Así, te sentirás más motivado. Hay personas que si en lugar de perder 10 libras pierden 5, sienten que fracasaron. Ojo, estas son demasiado autoexigentes. No hay que ser absolutistas, las cosas no son blanco o negro. Perder algo de peso, aunque no sea lo que se estableció exactamente en los objetivos iniciales, nos hace sentirnos mejor físicamente y eso ya es un logro que hay que celebrar.

Si tu objetivo es encontrar pareja, obviamente esto no depende solo de ti, pero sí puedes crear las circunstancias para lograrlo. En vez de pedir al universo que te traiga un príncipe azul o una princesa de cine, crea situaciones para que al menos puedas tropezarte con él o ella, como, por ejemplo, viajar o hacer un curso para conocer gente con la que compartes intereses.

En definitiva, hay que distinguir entre propósito y deseo, delimitar qué depende de nosotros y qué nos es ajeno. Ponerlo por escrito es vital y junto con el propósito final hay que poner el beneficio real que buscamos. Junto con perder 20 libras vamos a escribir vernos más esbeltos o sentirnos más sanos. A partir de ahí, establecer paso a paso las pequeñas metas y el cómo las vamos a alcanzar. Así, si nos rezagamos un poco con nuestro propósito, solo tendremos que volver a la última meta conseguida y no sentiremos la frustración de volver a la casilla de inicio.

Aunque no necesariamente tiene que ser a principios de año, sí es importante escribir propósitos cada año que te marquen la dirección de tu vida. Si no sabes a dónde quieres ir, acabarás donde otros quieren que vayas. Haberte parado a reflexionar y establecer objetivos de cómo quieres estar en tus distintas facetas, es tomar el timón de tu vida y, en sí, un logro.

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