Opinión

La mujer invisible

Columna invitada

Desapercibida por los sentidos debido a sus características físicas y a su personalidad. Esta heroína es capaz de enfrentar a los villanos con la misma valentía que sus compañeros de fórmula. Se caracteriza por ser de tez morena, rostro redondo, cabello oscuro, ojos café y de corta estatura. No tiene Twitter, ni amigos en Facebook, ignora qué es Snapchat, no es sujeto de crédito y carece de posgrados académicos.
Sin embargo, tiene la información indispensable, capital social incalculable e invaluable, es hábil con la administración económica, conoce de reciclaje más que los ambientalistas, cuenta con creatividad más que los publicistas y tiene tanta sabiduría equivalente a un doctorado en solidaridad y servicio.
Todos los días sale de su hogar antes que el sol, en búsqueda de lograr sus metas y cumplir sus sueños; silenciosamente regresa a este con la penumbra de la noche, agotada de las batallas que afrontó: como la inseguridad, la discriminación, el machismo, y en ocasiones, hasta el racismo. Pese a estas, reserva sonrisas, besos y cariño para el retorno a casa. Se revitaliza en los brazos pequeños que la reciben con alegría y encuentra la paz de su corazón al observar el sueño de sus hijos. La motiva conseguir una mejor vida para los suyos y para ella.
En realidad no es una mujer en Guatemala, son aproximadamente ocho millones. Gracias a estas mujeres chapinas ropa ajena está limpia y planchada lista para cuando se requiera; el hogar de otro antes que el propio reluce ordenado y elegante; trabajadores todas la mañanas disfrutan de un sabroso desayuno acompañado de atol; otras mujeres realzan su belleza con la habilidad de sus manos al cepillar el cabello; llamadas telefónicas y cartas llegan a destinatarios importantes en muchas oficinas; verduras, frutas y flores se comercializan alrededor del país.
Pese a que ellas hacen la diferencia en la economía, la educación y la salud de la sociedad guatemalteca. Paradójicamente esta misma sociedad por el ansia de héroes y heroínas capaces de solucionar todos sus problemas, cae en la desesperación de buscar en otras latitudes lo que en su propio territorio existe, obvian lo evidente, desprecian lo valioso y, por lo tanto, las desconoce cómo heroínas que son.
Ellas merecen admiración, respeto y gratitud, en especial reconocimiento a su valentía, perseverancia, fortaleza y solidaridad. Es tiempo que el Estado invierta en crear oportunidades para ellas y será beneficiario de cuantiosas utilidades.

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