Opinión

Luis Felipe Valenzuela

Cuando se miente sin pudor

Escritor,  periodista y director general de Emisoras Unidas 89.7 @lfvalenzuela Escritor, periodista y director general de Emisoras Unidas 89.7 @lfvalenzuela

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Las fanfarronerías siempre me han ofuscado. Por burdas. Por falsas. Nadie está libre de ellas. Todos alguna vez, o muchas, incurrimos en hablar grandezas. O fuimos víctimas de eso. Diciembre, 1981.

Amigos mayores que yo se enteran de que voy hacia Berkeley, California, al año siguiente. Ocho meses para afianzar el inglés y, si todo va bien, estudiar en la Universidad. Me dicen: “Bastará con que te parés en una esquina y las gringas caerán como moscas”. “Yo, cuando estuve allá, me sobraban las mujeres”. “Una rubia no resiste la tentación de un latin lover”.

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Mentira, mentira, mentira. No era tan sencillo como me lo pintaban. No cayeron como moscas. No sobraron las mujeres. No había tales del irresistible “latin lover”.

Pasa el tiempo y me los vuelvo a encontrar. Ninguno tiene aspecto ni modales de real seductor. Ninguno parece un espectacular Don Juan. Pero todos siguen contando historias fantásticas. Novelando sus memorias. O bien inventándoselas. Desconfío de aquellos que en cada relato resultan héroes. Que siempre salen en caballo blanco. Que nunca sufrieron un revés en alguna discusión o disputa. Y me perturban aun más los que, sin serlo, juegan a buenas personas. Y aquí entro en otra variante del bocón: ese que cuenta sus generosidades hacia los demás, en la posición del virtuoso; ese que divulga sus “desinteresados” aportes a la caridad.

Es de pésimo gusto que alguien haga públicas sus buenas acciones. Lo que la derecha hace, que ni se entere la izquierda. Y no hablo de ideologías. Pero a lo mejor sí de políticos. De los que pretenden volver show sus ayudas a los necesitados. Divulgar una limosna equivale a pobreza de espíritu, en el mal sentido de la expresión. ¿Cómo verá Dios semejantes bondades tan de triple fondo? Tampoco soporto las baladronadas. Las historietas inverosímiles del súper macho (o la súper hembra), que frente al mayor peligro guardaron la calma e impusieron respeto. Aquellos que en sus peliculescos cuentos harían palidecer a Batman y a la Mujer Maravilla. Porque en eso de llevárselas de valientes, también se esconden los más cobardes. Los que a la hora de la hora son los primeros en hacer mutis por el foro. Observe bien y se dará cuenta. Vuelvo a los políticos. Para insultar y destruir a los rivales, la mayoría se apunta. Pero si se trata de debatir con ideas sobre la mesa, entonces “no gracias”. Y si algún tema espinoso sale a la palestra, “estoy fuera del país” o celular apagado. Mientras tanto, la campaña jamás se acaba. La mediocridad en tal sentido es, asimismo, interminable. Todos desde la llanura harían bien lo que el que ocupa el poder hace mal. Todos serían probos y transparentes. Todos evitarían el nepotismo y los círculos de corrupción. Todos combatirían el contrabando con éxito y no multiplicarían su patrimonio ni el de sus cercanos. Bla, bla, bla.

Insisto: la fanfarronería es detestable. Por burda. Por falsa. Todos incurrimos en ella. Pero hay casos de casos. La arenga mesiánica de quienes desde una tarima prometen aquello que saben que no pueden cumplir, me indigna. Mas no solo por lo burdo y por lo falso, sino, sobre todo, por lo criminal. Porque es un crimen seguir engañando a un pueblo que cuenta entre su población a tantos en la extrema pobreza. Porque es un crimen crearle ilusiones sin fundamento a quienes, a diario, se juegan la vida saliendo a trabajar y abordando un autobús. Porque es un crimen gastarse esas cantidades de dinero privado y público en posicionar nombres y caras, que de estadistas no tienen ni un pelo, mientras hay 170 mil familias que lo perdieron todo en esta canícula prolongada. Agosto, 2014.

La conformación de las cortes nos pone al borde del abismo en el Organismo Judicial, con descaro de por medio. El año entrante, el Tribunal Supremo Electoral convocará a elecciones. Nos tocará asistir a las urnas y ser parte del sainete. La falsedad y lo burdo se mezclarán con lo criminal en casi todas las fotos de las papeletas. El panorama es yermo. Dan ganas de salir corriendo de este país. Porque así como siempre ha sido mentira que una gringa no se resista a un “latin lover”, también lo es que quienes se llenan la boca con que “con ellos las cosas sí van a cambiar” sepan, a ciencia cierta, a qué se están metiendo. Hablar es fácil. Y mucho más fácil cuando se miente sin pudor.

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“Insisto: la fanfarronería es detestable. Por burda. Por falsa. Todos incurrimos en ella. Pero hay casos de casos”.

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