Opinión

Luis Felipe Valenzuela

Realismo trágico

Escritor,  periodista y director general de Emisoras Unidas 89.7 @lfvalenzuela Escritor, periodista y director general de Emisoras Unidas 89.7 @lfvalenzuela

Escribo desde Cartagena de Indias. Por todas partes, la huella del Gabo periodista se aparece en forma de relato con la alquimia suelta. Mucho de su legado ha quedado aquí. Un mupi con su foto recoge una de sus frases acerca del oficio.

“Muchas veces la mejor noticia no es la que se da primero sino la que se da mejor”. Es sábado 14 de junio por la noche y en Colombia se vive un fin de semana inédito: su selección de fútbol regresa a una copa del mundo, tras 16 años de ausencia, y las urnas se preparan para la segunda vuelta electoral. Esta mañana ya me tocó celebrar sus tres goles contra Grecia y compartir el júbilo de una victoria que alegró a los ricos y a los pobres. Cuando usted lea esto, ya habrá un triunfador de la contienda por la presidencia. Santos o Zuluaga.

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Y eso, a la gente con la que converso, le preocupa en demasía. Perciben un futuro en el que el retroceso puede golpear a su país, gane quien gane. Un país que, de manera admirable, ha ido superando una historia trágica, tal vez solo comparable en tal sentido con la nuestra, guardando las debidas distancias, pero ahora mismo, cuando tecleo palabras a un costado de esta hermosa plaza flanqueada por una escultura de Botero, el mesero me informa que no puede servirme una cerveza porque “hay ley seca”. Y al revisar las noticias no me sorprende enterarme de las críticas al proceso de paz de Guatemala vertidas por el exmandatario colombiano Álvaro Uribe, la figura real detrás de estos comicios, aunque haya dejado el poder en 2010.

Él dice que nuestro pacto con la guerrilla fue “mal negociado” y que por ello sufrimos más de la cuenta. Y en un mensaje previo afirma también, al mejor estilo de los políticos irresponsables cuando se prevé un resultado reñido en una elección, que se prepara un fraude. Reviso su secuencia de tuits y me perturbo. Aquel hombre a quien vi disertar años atrás durante casi dos horas, sin papel para respaldarse, y manejando datos con innegable inteligencia estratégica, me sugiere hoy un hombre obsesionado con el poder e incapaz de liberarse de sus ansias de protagonismo. Como si su consigna personal fuera arruinar su nombre para la posteridad.

Entiendo que odie a Juan Manuel Santos por haberlo traicionado, pero de eso a describirlo como “castro chavista” por querer firmar la paz con las FARC hay un abismo de diferencia. Pareciera como que su resentimiento le ganara a su lucidez. Es decir: un pierde-pierde para Colombia, considerando su peso político.

Todo lo que acabo de escribir, aunque parezca reflejar únicamente los vaivenes de mi entorno, lo que narra en realidad es mi angustia por lo que puede ocurrir en Guatemala, partiendo de la insensatez con que se actúa en nuestra intemperie de ideas. Porque si alguien como Álvaro Uribe, que fue un presidente tan exitoso y tan aclamado, no logra desprenderse de la vocación destructiva, ¿qué podemos esperar nosotros aquí con nuestra fracasada clase política?

Colombia tiene un crecimiento económico de 4.3%. El proceso de paz impulsado por Santos va más o menos encaminado. Mi impresión es que la, según yo, previsible derrota de Zuluaga traerá consigo que Uribe le haga la vida a cuadros a Santos. Mientras tanto, me lanzo a caminar por las coloridas calles de Cartagena para seguir conversando con mis colegas. Es sábado 14 de junio. En los restaurantes se sigue de cerca el partido que gana Costa de Marfil a Japón, porque son los equipos que integran el grupo de Colombia.

Me encuentro de pronto otro mupi con la fotografía de García Márquez. Leo la frase: “Novela y reportaje son hijos de la misma madre”. El calor me agobia un tanto. Imagino con dolor el futuro en el corto plazo de mi país por la ordinaria sed de circo de algunos, así como por la ambición desmedida que no logran disimular muchos de los que rondan el ring electoral. La mayoría de ellos, por cierto, sin pizca de talento para asuntos del Estado.

Qué bien me caería ahora mismo una cerveza. Pero en fin de semana de elecciones rige la ley seca. Con todo y el triunfo de la selección. Pero me queda algo: embriagarme con el libro de relatos del Gabo periodista que me han regalado unos amigos. Un libro del hombre que, como escritor, sublimó el realismo mágico. Yo, por mi lado, pienso ya en mi regreso a Guatemala, ese bello y heroico país corroído por la codicia despiadada y criminal que nos impone en la vida diaria nuestro particular género literario: el realismo trágico. @lfvalenzuela

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