Opinión

María del Carmen Aceña

Una interpelación sin sentido.

 María del Carmen Aceña Investigadora Asociada CIEN María del Carmen Aceña
Investigadora Asociada
CIEN

Guatemala está concebida como una república. Se le llama república al sistema político que se basa en el estado de derecho y la igualdad ante la ley. Su objeto es proteger los derechos fundamentales y la libertad de los ciudadanos. Es un sistema institucional independiente de las agitaciones políticas, e incompatible con tiranías y dictaduras.

Este requiere que tanto gobernados como gobernantes se sometan a los mismos principios y el respeto de al menos seis pilares:1) la independencia de poderes, 2) la separación Estado-sociedad, 3) la seguridad ciudadana, 4) el control del gasto público, 5) la economía independiente, y 6) la comunicación neutral.

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Deseo referirme al primer pilar. Estamos de acuerdo en la división de poderes y que existan los pesos y contrapesos. La función del Congreso de la República se resume en legislar y fiscalizar el actuar del Ejecutivo. Al igual que una junta directiva de una organización, no debieran los miembros del Congreso operar recursos financieros, ni referir personas exigiendo que sean contratadas, y tampoco utilizar su figura para obstaculizar el buen desempeño de la institución.

Según el diccionario, interpelar es requerir a alguien que dé explicaciones. En nuestra carta magna existe la figura de interpelación de Ministros de Estado en sus artículos 166 y 167. Un ministro tiene la obligación de presentarse al Congreso, a fin de contestar las preguntas que se le formulen. Las preguntas importantes, que contienen la esencia del cuestionamiento, las llamadas básicas, deben enviarse previo al proceso (48 horas). El desafío está en las preguntas adicionales que hacen los diputados, ya que cualquier legislador puede hacer las que desee. En principio debieran estar relacionadas con el tema de la interpelación; sin embargo, muchas veces las preguntas son irrelevantes y son una excusa para alargar el procedimiento.

El proceso podrá derivarse en dar un voto de falta de confianza si la mayoría absoluta de los diputados (mitad más uno -80) está de acuerdo. En este caso, el Ministro debe renunciar y el Presidente con su gabinete decidirán si se le acepta. En caso negativo, el Ministro retornará al Congreso y el pleno decidirá ratificar la falta de confianza (requiere de dos terceras partes de los diputados -106) o que el Ministro mantenga su cargo. Recibir un voto de desconfianza es complejo que conste que los han concedido a dos ministros de Educación y ambos continuaron.

Los integrantes del Congreso actual han llevado a cabo varias interpelaciones. Opino que estas no han tenido como objetivo mejorar la gestión pública, ni han fortalecido el sistema republicano. Por ejemplo, el mantener a un ministro de Estado por un año, asistiendo a las plenarias para su interpelación, y tener la presencia de otro “en cola”, como fue el caso de la ministra de Educación, es ridículo. En la actual interpelación, hubo evidencia de que las preguntas básicas estaban a destiempo y las adicionales pueden ser respondidas en sesiones con los diputados, no necesariamente en el pleno.

Ser ministro es complejo, y lograr un buen desempeño es un verdadero reto. Para el logro se requiere de tiempo para planificar, dirigir y verificar los resultados. Es una actividad de mucha atención y tensión. Esperamos que en los próximos días algunos diputados no utilicen su cargo para obstaculizar la gobernabilidad, para distraer a la población de temas importantes o para llamar la atención de los medios de comunicación. Como bien me decía un amigo, con tres preguntas bastaría para saber si un ministro da la talla o no. ¡Sean serios!

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