Opinión

María del Carmen Aceña

Civismo contra la corrupción

 María del Carmen Aceña Investigadora Asociada CIEN María del Carmen Aceña
Investigadora Asociada
CIEN

La semana pasada estuvo en discusión el tema de la corrupción en Guatemala. Posiblemente de nuestros males, este tema es urgente que lo enfrentemos, de lo contrario no habrá futuro para el desarrollo del país. En el índice de percepción de la corrupción publicado recientemente por Transparencia Internacional (TI), Guatemala se encuentra entre los países menos transparentes del mundo ubicado en el puesto 113 de 176 países con una nota de 33 puntos de 100.

Este instrumento permite, por medio de los resultados de diversas encuestas, evaluar a los distintos países. La puntuación refleja las percepciones de empresarios, analistas de riesgo, especialistas financieros y otros, de la situación de la corrupción en cada país. TI es una organización de la sociedad civil que lidera la lucha contra la corrupción y publica este índice, el que se presenta en una escala de cero (percepción de muy corrupto) a cien (percepción de ausencia de corrupción) los niveles de percepción de corrupción en el sector público en un país.

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En una perspectiva genérica, el concepto de corrupción hace referencia a la descomposición, pérdida de la naturaleza original. Corrupción política se define como “el mal uso público del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada. Se dice que el término opuesto a corrupción política es transparencia”.

¿Por qué es mala la corrupción? Esta disminuye el ritmo de crecimiento económico y hace que el funcionamiento del Estado sea ineficiente. Afecta la distribución de bienes y servicios, además interfiere en la asignación de los recursos productivos. Prácticamente es un impuesto regresivo, apuntalando una frase que dice “los pobres no tienen cómo pagar la mordida”.

Adicionalmente lesiona la confianza en las instituciones y en la democracia.

Peter Eigen, expresidente de TI, señala: “La corrupción es una de las mayores lacras del mundo moderno. La corrupción mina el buen gobierno, deforma esencialmente la política pública, falsea y distorsiona la correcta aplicación de los recursos y deteriora el sector privado y sus posibilidades de desarrollo, afectando muy especialmente a los más desfavorecidos”.

¿Qué hacer? Me parece interesante la propuesta del fomento de una nueva cultura, la cívica. Esta supone la afirmación de las leyes que nos obligan a todos y el de educación para que todos acatemos las mismas.

Respecto de la afirmación de las leyes, la conducta de los seres humanos está regulada por tres sistemas normativos diferentes: el de la ley, el de la moral y el de la costumbre. Puede existir incongruencia entre los mandatos de la ley, entonces el individuo, en principio, tiende a escoger el que más le conviene. La democracia y el Estado de Derecho dependen de una decisión sencilla: que la ley prive sobre los intereses y las costumbres en caso de duda o de conflicto.

En relación con la educación en las leyes, sabemos que la educación cívica comienza en la familia y en el sistema educativo, pero como dice un estudio “esta solo florece cuando los gobernantes hablan y actúan como sacerdotes de la polis, no como trepadores sinuosos y mezquinos”. Por último debemos buscar la reconstrucción de lo público. En América Latina suele decirse que el sector público es el sector privado de los políticos, un Estado pequeño como proyecto aunque suele ser grande como burocracia. Y usted ¿cómo previene la corrupción?

Reflexión

“¿Por qué es mala la corrupción? Esta disminuye el ritmo de crecimiento económico y hace que el funcionamiento del Estado sea ineficiente”.

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