Opinión

La obesidad es el problema más grande de América Latina

David Trads

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Hace apenas tres décadas la mayor amenaza de los latinoamericanos era la pobreza, pero el impresionante crecimiento ha generado que esa realidad se transforme: Hoy, después de que millones de latinoamericanos han alcanzado la cómoda clase media, muchas más personas mueren por comer en exceso que de hambre.

En elegante café del histórico Hotel Bolívar (en Lima) es ahora un Kentucky Fried Chicken. De hecho, ningún país del mundo tiene una gran cantidad de lugares de comida rápida como Perú. En Ciudad de México un mesero del barrio Coyoacán, justo al lado del Museo Frida Kahlo, me pone al frente una Coca Cola sin que se la haya pedido. No me sorprendió, pues no es un secreto que los mexicanos son los que más beben gaseosas. Incluso en Chile, uno de los países que produce más frutas, en general se prefiere comer comida chatarra.

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La Organización de las Naciones Unidas concluyó en un reciente informe que esta problemática que envuelve a América Latina ha generado que el continente tenga la mayor cantidad de personas con sobrepeso. Eso no es sorprendente, lo más preocupante es el hecho de que Latinoamérica está cada vez más y más cerca de la “epidemia de la grasa” de América del norte. En México, donde están los más afectados del continente, 70 mil personas mueren por diabetes cada año y el costo del tratamiento de esa enfermedad relacionada con la obesidad es de seis mil millones de dólares al año; un costo que se triplicará dentoro de cinco años, según la revista británica “The Economist”.

¿Qué está mal? ¿Cómo platos tan tradicionales como los tacos, el ceviche y la lubina han sido completamente superados por una Big Mac, Subway y Pizza Hut? Bueno, la respuesta es en realidad bastante simple: a menudo, pero no siempre, las multinacionales de comida rápida son tan grandes que su sistema de distribución es insuperable y su presencia en todo tipo de plataformas publicitarias es omnipresente. En otras palabras: estás expuesto a cosas malas todo el tiempo, a diferencia de las cosas saludables, que cada vez son más difíciles de encontrar.

¿Cuál es la solución? La experiencia nos dice que es extremadamente difícil cambiar este hábito. Es como un círculo vicioso. En Estados Unidos se necesitó de una o dos generaciones para pasar de relativamente saludable a increíblemente dañino, ningún esfuerzo ha ayudado hasta ahora. La gente sigue aumentando de peso. Sin embargo, un número de países de América Latina está tratando de revertir esta tendencia -entre ellos México, Chile, Brasil, Perú y Ecuador- y han comenzado a promover el ejercicio y a mejorar las comidas en las escuelas. Algunos países incluso -hasta ahora sin suerte- intentaron imponer impuestos especiales sobre alimentos insanos.

Como siempre, lamentablemente, el problema afecta doblemente a la población más desfavorecida. Los pobres son golpeados por una muy mala combinación de desnutrición y obesidad. Eso es posible porque carecen de los recursos para encontrar buena y suficiente comida, mientras que la comida chatarra está fácilmente disponible. Juan Rivera, un economista que trabaja en el Instituto Nacional de Salud Pública de México, señaló que a veces los bebés mexicanos beben gaseosas con tan solo tres meses de edad.

La decisión de comer o beber es obviamente propia. A menudo, todos conocemos esta sensación, tomamos una decisión basándonos en tres razones principales: rápido, barato y de buen sabor. La comida rápida cumple estas tres características y en el largo plazo más y más latinoamericanos preferirán estas particularidades, además de que la obesidad se volverá cada vez más normal y ¡eso no es bueno!

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“A menudo, pero no siempre, las multinacionales de comida rápida son tan grandes que su sistema de distribución es insuperable y su presencia en todo tipo de plataformas publicitarias es omnipresente. En otras palabras: estás expuesto a cosas malas todo el tiempo, a diferencia de las cosas saludables, que cada vez son más difíciles de encontrar”.

 

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