Opinión

Paola Rivano

Des motivad@

Paola Rivano,  Coach y conferencista  internacional, Www.paorivano.com,  Twitter @paorivano Paola Rivano,
Coach y conferencista internacional, Www.paorivano.com,
Twitter @paorivano

Para la época de vacaciones de los niños, decidimos tomarnos unos días de descanso en uno de nuestros países vecinos. En la frontera nos tocó bajar a todos del auto con pasaportes en mano.

Al llegar nuestro turno en la ventanilla nos encontramos con la expresión más evidente de quien no desea atender y de quien no gusta de su trabajo. Era una expresión facial amarga, vacía, que ni se esforzaba por esconder la evidente molestia.

Decidí quedarme callada mirándola fijamente durante unos segundos hasta que, según yo, mi insistencia visual haría el trabajo. Cuando me percaté de que llevaba audífonos en los oídos, perdí mi esperanza y puse delante de sus ojos los pasaportes.

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“Buenos días”, le dije viéndola directamente a los ojos con una sonrisa. “Buenos días”, me dijo, pero en su boca no se esbozó ni el más mínimo rastro de agrado.

Fue verificando uno por uno los pasaportes viendo a cada uno de nosotros seriamente y creo que lo que más me impactó fue que ni con mis hijos pudo dejar su expresión de amargura. Lo primero que pensé es “los niños no tienen la culpa que a usted no le guste su trabajo”.

Al salir, me quedé con ese amargo sentimiento, sin duda, contagiado por la “simpática” señorita de la aduana. Lo primero que pensé fue “con una actitud así no dan ganas de volver”.

En la vida hay cosas que podemos elegir y otras que no. No elegimos la familia en la que nacemos, ni nuestros compañeros de trabajo o de la universidad.

Pero hay muchas cosas que sí podemos elegir como a nuestros amigos, el sector donde viviremos, la empresa donde queremos trabajar e incluso qué colaboradores formarán parte de mi equipo de trabajo.

Cuando le preguntas a alguien cómo le va en su trabajo, o si le gusta, a pesar de que su respuesta es “sí, me va bien”, en algunos casos es imposible dejar de ver la insatisfacción reflejada en su rostro.

Es muy común ver en las empresas dependientes de servicio con rostros amargos, llenos de insatisfacción y hasta un rastro de angustia.

El efecto de no estar contento en el trabajo no solo impacta al colaborador en cuestión, sino que además impacta a todos quienes lo rodean: hijos, esposos, padres, amigos, vecinos y, asimismo, a los clientes tanto internos como externos.

No podemos dejar que el rostro amargo de un colaborador insatisfecho nos espante a los clientes. Por esta razón es necesario que los líderes tengan la habilidad de saber reconocer las emociones de sus colaboradores.

Debe estar pendiente en cada momento de sus comportamientos y actitudes, de esta manera podrá descubrir en ellos lo que les sucede en el momento. Independientemente del origen de la desmotivación, ya sea personal o meramente laboral, los clientes generalmente siempre lo atribuyen a lo laboral.

El precio que las empresas pagan por tener colaboradores descontentos y desmotivados es muy alto. Si tú eres líder de un equipo de personas, busca en ellos las señales de desmotivación. Ve más allá de lo evidente.

Un buen líder conoce a cada uno de sus colaboradores directos como a la palma de su mano y sin esforzarse mucho sabrá reconocer en ellos las emociones que denotarán su nivel de motivación. Una persona motivada trabaja por dos, ¿y una desmotivada?

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