Opinión

Luis Felipe Valenzuela

Este país es un blues

Escritor, periodista y director general de Emisoras Unidas 89.7 @lfvalenzuela

Hoy escribo con Willie Dixon de fondo; Little Red Rooster en la version de los Rolling Stones. Pienso en la Guatemala que enfrento. La de los absurdos aquí y allá. Esa que mata “el Chapo” Guzmán, pero de la risa. La que permite a un recluso que cumple condena, salir a tratamientos estéticos en sus propias camionetas blindadas. La que precisa de carbonizar en plena calle a los ladrones, porque la justicia no puede con ellos.

La que tolera que una niña de tres años pierda la vida, porque no hay instituciones que presten la debida atención a las angustias de un padre que grita a los cuatro vientos que la propia madre de la pequeña la mata a golpes. La que ve con ojos normales que el Gobierno se siente a negociar una actualización fiscal ya aprobada por el Congreso con las cámaras empresariales.

La que no dice ni pio cuando los tribunales no aclaran la responsabilidad de dos exministros de Gobernación en negocios lesivos para el Estado. Esa es la Guatemala que ven mis ojos todos los días, transformada en titulares de prensa. Paréntesis uno: qué guitarra slide la de Little Red Rooster; data de 1964. Es Brian Jones el que la ejecuta con maestría. Mi país, mientras tanto, no abandona sus sempiternos palos de ciego y solo otorga “palos de vidente” (como escribiría Benedetti) a los corruptos que hacen negocios allá y aquí.

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A los que sobrevaloran obras pagadas por los contribuyentes. A los que se burlan de sus electores con payasadas inaceptables y rústicas. A los que especulan y comercian con el hambre de millones. A los que se gastan cuantiosas sumas de dinero en comprar silencios, votos o influencias, pero son incapaces de mover seriamente la economía. A los que se aprovechan del poder de mala manera. Paréntesis dos: sigo con Little Red Rooster; también la versión de Willy Dixon es exquisita. Pero me quedo con la de los Stones. Es más rupestre.

Y a la vez, sofisticadamente primitiva. Así como veo a la Guatemala de hoy. La nuestra. En la que se registra una denuncia cada dos horas por abuso sexual contra menores, pero con un cálculo de cinco de sub registro por cada una de ellas. Me lo dijo Justo Solórzano, exjuez de familia. Y sigo con frases oídas la pasada semana: “Tenemos una visión medieval del asunto tributario”.

Palabras de Johnatan Menkos, del ICEFI, al afirmar que, como en aquellos tiempos, quienes están máscerca del poder, menos impuestos pagan. Minutos después, una mediana empresaria me cuenta vía twitter que por el régimen actualizado está al borde de la quiebra. ¿Y la calidad del gasto? Bien, gracias. ¿Y el Pacto Fiscal? Me lo saludan. Hugo Maúl, del CIEN, asegura que “esa era una buena arena” para intentar un acuerdo.

En otro tema, Eddy Vásquez, padre de Jennifer Alejandra, la niña que dejó de existir a los tres años por la negligencia de un sistema que hace de la inercia su modus operandi, me dice entre lágrimas: “Si no la quería (a la nena), me la hubiera dejado a mí”. Se refiere a la mamá de la menor. Pero ya es tarde para eso. Como es tarde ya para enmendar la plana internacional de matar “el Chapo” Guzmán, pero solo en las redes sociales.

Me quedo mejor con mi tercer paréntesis: la armónica final de Little Red Rooster, esa súper canción que hoy me toca los sentidos con su cadencia deslumbrante y que me aleja un rato de la conga barata que lleva la descarada corruptela que veo por doquier, así como de las implacables cumbias de quienes se regodean en el “oficio” de asesinar, o de la salsa de cuarta categoría que bailan los que saquean aquí, allá o donde sea.

Sus acordes en slide distan enormidades de la música de nuestra joven democracia, aún tan desafinada y torpe. No lo duden: en lo cortavenas de nuestros titulares de prensa, este país es un blues. Un blues de verdad sangriento.

Lástima que sin la fuerza estética y sugerente de Little Red Rooster, original de Willie Dixon, versión de los Rolling Stones.

 

 

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