El Nuevo Diario, una voz crítica del gobierno de Nicaragua, suspendió este viernes sus operaciones tras casi 40 años de existencia, impactado por un embargo de papel y tinta impuesto por las autoridades, informó la publicación.
PUBLICIDAD
"El Nuevo Diario informa al público en general que ha decidido descontinuar su publicación debido a dificultades económicas, técnicas y logísticas que hacen insostenible su funcionamiento", anunció el rotativo -uno de los dos principales del país- en un comunicado.
Mientras que otro de los diarios gratuitos de la cadena internacional, Metro Nicaragua, también publicó este viernes la decisión de cerrar operaciones.
"Estamos conmocionados y tristes por el panorama de la prensa libre de este país, hoy no solo pierde el periodismo, sino también la ciudadanía, porque es una voz que se apaga", afirmó el editor de Metro, Eliu Garmendia.
Reacciones y críticas
El cierre generó condenas entre periodistas, lectores y defensores de derechos humanos y la libertad de prensa.
"Sabemos que esto es parte de la represión del gobierno contra los periodistas (…) Desde abril de 2018 hemos estado bajo balas, asedio, persecución", dijo Blanca Reyes, editora del diario, sobre la presión que han sufrido desde esa fecha, cuando estalló una ola de protestas contra el gobierno del presidente Daniel Ortega.
PUBLICIDAD
El gobierno retiene en aduanas, desde hace casi un año, materiales importados como papel y tinta para la impresión de El Nuevo Diario y La Prensa, los únicos periódicos de circulación nacional.
En consecuencia, el diario había reducido el número de páginas y dejó de circular de forma impresa los fines de semana.
También dejó de circular Metro, una publicación asociada a Nuevo Diario y de distribución gratuita en Managua.
El Nuevo Diario cuestionó fuertemente, al igual que otros medios independientes, la represión estatal a las manifestaciones que estallaron en abril de 2018 contra el gobierno de Ortega.
La violencia, que según grupos humanitarios dejó al menos 325 muertos, cientos de encarcelados y 62.500 exiliados, fue documentada por el rotativo con amplios reportes y denuncias.
Otra "voz que se apaga"
La medida de los dueños del diario tomó por sorpresa a los periodistas y otros empleados que, sin advertirlo, habían laborado para la última edición que salió a las calles este viernes, la cual se agotó rápidamente en los puestos de venta.
El cierre también impactó a la ciudadanía, en un país donde la mayoría de los medios de comunicación son progubernamentales.
"Es una lástima porque ya no vamos a tener cómo informarnos, hará mucha falta, me gustaba leerlo", dijo a la AFP una vendedora ambulante de frutas, Jeny Cruz, de 48 años.
"Me siento mal, la población lee los periódicos para informarse" porque cuesta enterarse "de las cosas verdaderas" que pasan, expresó por su parte la ama de casa Carla Lario.
El año pasado fueron intervenidos por la policía los medios críticos 100% Noticias y Confidencial.
"Golpe a la democracia"
El exvicepresidente y escritor Sergio Ramírez denunció en sus redes sociales: "Dos periódicos han dejado de existir hoy en Nicaragua (…) Un golpe a la libertad de expresión que debemos repudiar y denunciar".
El relator especial para la libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Edison Lanza, dijo que la salida del diario es una "triste noticia" para la libertad de prensa en Nicaragua y advirtió el inicio de "nueva etapa más sofisticada de represión" contra los medios.
La organización de periodistas PEN Internacional capítulo Nicaragua por su lado acusó al gobierno de ejercer "un boicot aduanero, arbitrario e ilegal".
Para el el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) "es un duro golpe a la democracia", por parte del gobierno que dijo ha intentado controlar a los medios con "represión, chantaje y represalias".
El Nuevo Diario fue creado en 1980 por trabajadores del diario La Prensa que se separaron de este medio por desacuerdos en su línea editorial de oposición a la Revolución Sandinista, que por entonces encabezaba Ortega.
A mediados de 1990 cambió su línea prosandinista por una más crítica hacia la dirección partidaria.