La noche del 26 de agosto, en la ciudad de Chemnitz, Alemania, cambió
radicalmente el ambiente en el país.
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La muerte de Daniel H., supuestamente a manos un joven iraquí y otro sirio con un arma blanca, provocó que la discusión sobre el racismo y el conflicto migratorio volviera a estar en el foco del pueblo germano.
Para muchos, este incidente ha sido la gota que derramó el vaso. Quienes opinan así son los mismos que salen a la calle con carteles “Auslander raus” (Extranjeros fuera) y reclaman contra las políticas migratorias de la canciller Angela Merkel. Apuntan a que los inmigrantes provocarán la debacle de uno de los países más desarrollados del mundo.
Es que la muerte del hombre de 35 años, de origen cubano alemán, encendió todas las alarmas. Esa misma tarde, el partido de ultra derecha, AfD (Alternativa para Alemania, por sus siglas en alemán), hizo un llamado a manifestarse, y grupos de extrema derecha junto con neonazis salieron a las calles.
Según Gabriele Engelhardt, una secretaria alemana de 57 años, este día marcó un punto de inflexión para los 250 mil habitantes de Chemnitz.
“Desde la muerte de Daniel todo empeoró. Muchos violentistas salieron a la calle buscando extranjeros, fue como una cacería”.
La mayor manifestación reunió a cerca de 2 mil personas, que salieron con carteles como “Refugges are not Welcome. Stay away” (Refugiados no son bienvenidos, manténgase alejados) y entonaban cánticos que promueven la discriminación.
El saludo hitlerano se alzó cientos de veces, a pesar de ser ilegal, y cerca de ocho personas fueron agredidas en las calles. El ambiente se tornó peligroso para los que no calzan en el estereotipo de “alemán arios”.
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Para la estudiante de psicología de 24 años, Julia Köhn, estos últimos meses no han sido nada de fáciles.
“Ya no salgo sola a la calle durante la noche. No solo por el asesinato o porque crea que algún extranjero me pueda atacar, sino por los neonazis. Por ejemplo, en un local de comida rápida, a mí y mi novio nos preguntaron ¿De qué lado estábamos? Mi novio conocía a Daniel, así que le contestó que éramos amigos de él. Y estoy segura que si no hubiésemos dicho esto, ellos nos hubiesen golpeado”, relató la joven.
El temor se volvió evidente para muchos. La concentración de manifestaciones anti inmigración, derivó en el llamado masivo de policías desde otras ciudades, para controlar lo que sucedía en Chemnitz, pero de alguna manera el mensaje de odio ya se había esparcido por la región de Sajonia.
En Dresden, capital de Sajonia a 70 kilómetros de Chemnitz, la historia no es muy diferente. Desde el año 2014, todos los lunes el grupo de extrema derecha PEGIDA (Patriotas Europeos contra la islamización de Occidente, por sus siglas en alemán) se reúne en el centro de la ciudad para manifestarse en contra de la islamización de Europa.
Pero es cosa de escuchar uno de sus discursos para entender que van más allá. “La política de fronteras abiertas está acabando con nuestro país. Es elomismo de siempre: llegan delincuentes. Y cualquiera que los apoye es un enemigo de la nación”, reclaman.
Coincidentemente, mientras se escribía este articulo, PEGIDA celebró su aniversario y realizó un acto masivo en uno de los puntos mas importantes de Dresden.
El mexicano Luis Miguel Ruiz, que vive hace más de 20 años en Alemania, cuenta que la violencia ha ido en escala en el lado Este del país.
“Yo desde el 2009 viajaba a Dresden para trabajar, pero desde 2012 empecé a recibir ataques de racistas; te golpean en la calle, te empujan, te miran feo o te gritan cosas”, relata.