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VIDEO. Los rostros de la tragedia, a un año del terremoto en México

El 19 de septiembre de 2017 quedó marcado como una de las fechas más trágicas en la historia de México. Más de 300 personas perdieron la vida y miles más quedaron damnificadas como consecuencia del devastador terremoto que sacudió el centro del país.

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A un año de la tragedia, estas son algunas de las historias que muestran cómo sigue la vida después del desastre.

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"Cumplí mi misión como madre"

Miriam Rodríguez Guise era la madre del pequeño José Eduardo, quien este lunes cumpliría 8 años de edad. Él fue una de las víctimas del colegio Rébsamen, cuyo derrumbe (por irregularidades en su construcción) cobró la vida de 19 niños y 7 adultos.

Un año después, Miriam, soltera y sin más hijos, busca trabajo en medio del luto. Cerró una farmacia que montó justo cuando nació su hijo para dedicarle tiempo. Siempre estaba con ella.

También sigue con la demanda que los padres de los niños fallecidos interpusieron contra la propietaria del colegio, prófuga de la justicia, quien sobre los salones de clase construyó un departamento con permisos irregulares. Este factor, según expertos, fue determinante en el desplome del edificio.

Con tratamiento psicológico, Miriam se ha desprendido de objetos del pequeño. Aún conserva cosas queridas, juguetes, fotos, videos.

En lo emocional, se resiste a una nueva relación.

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Sobre tener más hijos, Miriam también lo descarta.

La tragedia ensombrece, además, las fiestas familiares. Miriam cumplió años el sábado y José Eduardo los celebraría este lunes. "Era mi compañero de pastel, soplaba conmigo las velas", lamenta.

Una rescatista ya cansada

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La famosa Frida fue la heroína entre los rescatistas. Su imagen adorna numerosos muros de la capital. Con lentes protectores y botitas azules, la labrador se metía entre escombros para con sus ladridos alertar si hallaba víctimas.

Con 9 años, su pelabre encanece. Un militar se tira al suelo y le grita "¡Frida, búscame!". Va alegre en una demostración en un campo de la Marina Armada, pero después jadea, se echa y descansa.

"Su rostro se ve a lo mejor como de un perrito fastidiado, hasta cierto punto cansado, de 9 años, que se considera ya adulto para las labores de terreno", relata su entrenador, Israel Arau Salinas.

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Frida está cerca de la jubilación, ya no sería exigida en caso de desastre.

En el último año ha pisado estudios de televisión, estadios para recibir homenajes y sigue siendo protagonista de notas periodísticas.

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Junto a Frida trabajaron los pastores belga Eco y Evil. Arau Salinas atribuye la gran ternura que Frida despertó a que es labrador, por naturaleza noble.

Frida ha localizado a 53 personas en su carrera, 12 de ellas con vida.

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Empezar de cero

Irma Escamilla, pedagoga de 46 años y con tres hijos, vive ahora en una casa de madera de unos 20 metros cuadrados en medio de un enjambre de otras viviendas improvisadas erigidas a un lado de la unidad habitacional donde vivía, dañada seriamente por el sismo.

Sobre una litera y una cama construida por sus hijos con trozos de madera, se amontona ropa que les ha sido donada. Hay un pequeño librero, una mesa que le regalaron y algunos electrodomésticos.

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"Salimos con lo que traíamos puesto (…) Tuvimos que empezar de cero, sin ropa", dijo Escamilla, quien además de perder su casa dejó su trabajo para estar con su hija de 9 años, pues temía por su seguridad en el campamento.

Obtuvo ayuda gubernamental por 5 meses y tiene el apoyo de su esposo, de quien se separó justo tras el sismo. "Fue mi segundo terremoto", explica al resumir su situación emocional.

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Recientemente, pudo entrar al edificio para recuperar algunos documentos. Ahora, trabajan ingenieros para reforzar la construcción con la promesa de que en unos 10 meses podrán regresar a sus hogares.

Escamilla resiente que la alcaldía los olvidó, gran parte de la ayuda ha provenido de la sociedad civil. Teme que la próxima alcaldesa retrase la reconstrucción y el financiamiento que a golpe de protestas han conseguido.

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Hay que trabajar

Xóchilt de la Paz, de 45 años, perdió a su madre cuando se desplomó un edificio donde, además, se localizaba una peluquería de su propiedad.

El luto fue doble. Pero con un pequeño de 12 años que mantener, la necesidad apremiaba e improvisó: siguió cortando cabello y peinando clientes en plena calle.

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Empezó a cielo abierto, protegida por una sombrilla para el calor. Ha soportado tormentas y ventarrones que le complicaban atender a los clientes, la mayoría vecinos solidarios. Alguien contó su historia en Facebook y empezaron a llegar caras nuevas.

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En julio consiguió comprar un camión y ya instaló su "barber truck".

"Encontré este; arranca, tiene sus papeles en orden. Lo conseguíamos a un buen precio", dice esperanzada.

Mira el video con los testimonios:

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