Los mexicanos eligen el domingo al próximo presidente, en una jornada que podría virar a México hacia la izquierda en medio de un hartazgo popular con los partidos políticos tradicionales que fueron incapaces de contener la corrupción y la violencia en el país.
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Sin importar por quién votaran, muchos electores acudieron a las urnas con la expectativa de un cambio que les proporcione más seguridad, sea más inclusivo y baje los niveles de violencia.
“México tiene muchos años repitiendo errores. La gente ya está cansada, harta”, dijo a The Associated Press, Carlos Cueva, un cirujano dental nativo de Guadalajara que votó en la Ciudad de México y optó por darle su sufragio al izquierdista Andrés Manuel López Obrador, el favorito de los comicios.
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Las autoridades no habían reportado mayores incidentes y en varios centros de votación se observaron largas filas para poder sufragar. Tras emitir su voto, los ciudadanos salían con su dedo pulgar entintado, signo indeleble de su participación cívica. En algunos lugares el desorden causó molestias y quejas de la población.
En las elecciones también contiende Ricardo Anaya, que según varios sondeos llegó en segundo lugar y encabeza una singular coalición entre el derechista Partido Acción Nacional (PAN) y su otrora rival Partido de Revolución Democrática (PRD, de izquierda).
Así como José Antonio Meade, un político sin militancia, quien va por el oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), aunque según varias mediciones se ubicaba en el tercer lugar de las preferencias. Y en un lejano cuarto lugar estaba el independiente Jaime Rodríguez.
“Este país está muy revuelto. Hay que romper el esquema de ejercicio del poder… hay mucha desigualdad, mucha violencia y esa cosa hay que cambiarla”, señaló a la AP a en un centro de sufragio, Hugo Carlos, de 73 años.
Un total de 89 millones de mexicanos están llamados a las urnas en las elecciones más grandes en la historia del país, porque además de presidente se elige al jefe de gobierno de la capital y ocho gobernadores, se renuevan la Cámara de Diputados y el Senado y se vota por miles de cargos locales.
Más de 32.000 observadores nacionales e internacionales se acreditaron para monitorear el sufragio.
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El favorito López Obrador, de 64 años y también conocido como AMLO, encabeza la coalición “Juntos Haremos Historia” aseguró que su victoria supondrá una transformación tan profunda y radical como la independencia o la revolución, pero sin derramamiento de sangre.
Sus rivales lo acusan de ser un populista y querer regresar a las políticas proteccionistas y las grandes empresas desconfían de él.
En segundo lugar -y según las últimas encuestas hasta 20 puntos más abajo- le sigue el conservador Anaya de la alianza “Por México al Frente” y en tercero el oficialista José Antonio Meade.
Pero la desconfianza de la gente con los partidos tradicionales es un actor importante en los comicios. La presidencia del país sólo ha estado en manos de dos partidos: el PRI, que gobierna actualmente, y el PAN.
Para López Obrador es el tercer intento de llegar a la presidencia –buscó la primera magistratura en 2006 y 2012. Antes compitió por el PRD, de izquierda, aunque hace unos años renunció y formó un nuevo grupo político: Morena.
Sus palabras y su carisma consiguieron mucho apoyo pero algunos de los que dijeron que votarían por él y lo vitoreaban en sus mítines como Juan Carlos Enríquez, un joven de 30 años de la capital, no le dieron un cheque en blanco.
“Claro que quiero que gane, pero tiene que cumplir sus promesas y no convertirse en uno como los demás”, indicó Enríquez.
El fantasma del fraude también está presente en el pensamiento de los ciudadanos y de algunos políticos.
“No voy a votar. ¿Para qué?”, se preguntó Marisa López, una enfermera en una farmacia de Ecatepec, en el Estado de México. “Para que ir y que te estén sobornando o luego anulen tus votos o los pierdan”.
Por mucho que el Instituto Nacional Electoral diga que no será posible, los ciudadanos siguen sin confiar del todo en sus instituciones.
Para evitar crispar los ánimos, el Instituto Nacional Electoral pidió a candidatos y partidos actuar con responsabilidad desde el cierre de las casillas previsto para las 6 de la tarde (2300 GMT) y no pronunciarse sobre eventuales victorias hasta que se ofrezcan los primeros resultados oficiales, en torno de las 11 de la noche (0400 GMT).
Por encima de ideologías, los comicios se convirtieron en una suerte de referendo popular sobre la corrupción de funcionarios que desviaron recursos del Estado y sobre la violencia, que mantiene su goteo diario de muertos.
La violencia preocupa sobre todo en estados como Tamaulipas (en el norte) o Guerrero (en el sur) y en aquellos que votan por gobernador (Jalisco, Guanajuato, Veracruz, Puebla, Morelos, Tabasco, Yucatán, Chiapas y la Ciudad de México).
Regiones como el Estado de México, un feudo del PRI y el estado más poblado del país con más de 10 millones de electores, serán clave en estas votaciones.
Este fin de semana, entre otros homicidios, se destacó el asesinato por motivos todavía desconocidos de un periodista del estado de Quintana Roo que trabajaba para varios medios locales.
Paralelamente consultoras reportaron que 130 políticos entre ellos unos 48 candidatos habían sido muertos en el periodo de la campaña electoral que comenzó en septiembre del año pasado.
Además en las jornadas previas a los comicios, hubo varias denuncias de intentos de compra y coacción al voto, así como robo o quema de boletas en algunos municipios del país.