“Dulce María López Pamal”, llama la encargada del albergue instalado en el Instituto Simón Bergaño y Villegas, en la zona 1, en Escuintla, debido a que tiene una visita y cada persona albergada la debe de ir a recoger para que pueda ingresar. En total la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) reporta 3 mil 509 personas albergadas.
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Mientras los niños juegan pelota y corretean en el polideportivo del instituto, las madres cuidan a los más pequeños. “No sabemos hasta cuándo estaremos acá, no que apoyo iremos a recibir o si podremos regresar a nuestra casa”, dice Berta Candelaria Herrera, de 34 años, mientras carga en brazos a su hijo de dos años a quien no logra dormir.
Madelin Adriana, de dos años corre por el polideportivo con su padre Esvin Edgardo Pérez Martinez, de 20, quien agradece la ayuda de los guatemaltecos debido a que han recibido los donativos. “Nos han tratado calidad, si nos queremos bañar nos dan jabón y todo lo necesario”.
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Las habitaciones de pizarra
Sin embargo, la capacidad del albergue ha llegado a su límite y este ha sido sobrepasado. Un total de 545 personas entre menores y adultos se encuentran albergados en los salones de clases del instituto Simón Bergaño y Villegas.
“Desde el pasado domingo estamos en este albergue”, recuerda Julia Elizabeth Ortiz, de 34 años, mientras sostiene a su hijo de dos años y muestra que también tiene el brazalete rojo que le permite su estadía en el recinto. Julia vivía con su esposo y sus dos hijos en el callejón El Barrio, en la aldea El Rodeó, en Escuintla.
Afuera de las instalaciones educativas en un camión se tienen instalada la cocina, ahí se elaboran los desayunos, almuerzos y cenas. “Hoy nos dieron hígado migado”, comenta una madre mientras vigila a su hijo quien corre detrás de una pelota de plástico de color roja.
Marcedonio López, quien a sus 62 años se dedica a la agricultura se encuentra en el salón de usos múltiples del instituto. Ahora no se presenta una obra de teatro o alguna premiación. Ahora se tienen a decenas de personas albergadas quienes duermen en algunos colchones que les han donado.
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“Nos han tratado bien, acá estoy con mis hijos y mis nietos. Nos dijeron que nuestra casa está en zona de riesgo y no podemos regresar, nos venimos para acá con lo que teníamos puesto, nuestras cosas se quedaron allá y no sabemos qué va a pasar después de aquí”, dice don Marcedonio quien se encuentra recostado en uno de los colchones sin perder de vista a sus hijas.
“Dale dale dale”
El día se empieza a tornar gris y la lluvia se hace presente; sin embargo, un grupo de voluntariado se arriba al albergue y pide por micrófono que todos los niños se acerquen a un costado de la cancha. Les llevan piñatas de Bob Esponja para que los menores se distraigan y olviden por un momento el volcán de Fuego.
Después de quebrar la piñata y recoger los dulces, los niños hacen un circulo y reciben la dramatización de la vecindad del Chavo, son voluntarios quienes personifican al Chavo del 8, Quico, la Chilindrina, entre otros. Cantan y bailan mientras los padres con una mirada de ilusión observan a los menores sonreír, correr y gritar.
Reglas a cumplir
El albergue maneja once reglas que deben de acatarse para mantener el orden y estas se detallan por horas. Las personas se deben de bañar de 5 a 7:30 de la mañana, desayunan a las 8 y deben hacer limpieza de 8 a 9 horas. Posterior a ello se tienen actividades con niños y adultos de 9 a 11:30, después se tiene media hora para lavarse las manos y el almuerzo de 12 a 13:30.
Las actividades continúan de 13:30 a 17 horas, luego una hora para hacer limpieza para que a las 6 de la tarde se inicie a servir la cena y a las 9 de la noche se deben de ir a dormir debido que a las 9:30 de la noche se apagan las luces. Los vecinos están agradecidos, por el apoyo que han recibido de los guatemaltecos; sin embargo, no dejan de preguntarse qué ayuda les dará el Gobierno.