Cientos de familiares, amigos y colegas se reunieron el sábado por la tarde para asistir al funeral en Cambridge del astrofísico británico Stephen Hawking, cuyo genio científico y discapacidad física lo convirtieron en una personalidad mundialmente conocida.
PUBLICIDAD
Las exequias de este ateo convencido se celebrarán en la intimidad a partir de las 14.00 locales en la iglesia St Mary the Great de la Universidad de Cambridge, en el este de Inglaterra, cerca del Gonville and Caius College donde trabajó durante más de 50 años.
"La vida y el trabajo de nuestro padre significó muchas cosas para mucha gente, religiosa y no religiosa. Por eso, la ceremonia será inclusivo y tradicional, reflejando la amplitud y diversidad de su vida", indicaron sus hijos, Lucy, Robert y Tim, en un comunicado.
"Nuestro padre vivió y trabajó en Cambridge durante más de 50 años (…) Por eso decidimos organizar el funeral en la ciudad que tanto amaba y que lo amaba a su vez", explicaron.
La familia pidió a seis bedeles de la Universidad de Cambridge que lleven su ataúd, vestidos con el uniforme tradicional y bombín.
PUBLICIDAD
Stephen Hawking, famoso por sus estudios sobre el universo, falleció mientras dormía en su domicilio de Cambridge el 14 de marzo, a los 76 años de edad, suscitando homenajes poco frecuentes para un científico, entre ellos los de la reina Isabel II de Inglaterra y del expresidente estadounidense Barack Obama.
Miles de personas se acercaron a la facultad de Gonville and Caius para firmar el libro de condolencias del científico, que supo llegar a muchos lectores con su obra de divulgación "Breve historia del tiempo", publicada en 1988.
Su fama lo llevó a aparecer en la serie de ciencia ficción Star Trek y tenía incluso su personaje en "Los Simpson".
Hawking desafió las predicciones de los médicos que, en 1964, le dieron sólo un par de años de vida después de diagnosticarle una forma atípica de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad que ataca las neuronas motoras encargadas de controlar los movimientos voluntarios y que lo condenó durante décadas a una silla de ruedas.
La enfermedad le fue dejando progresivamente paralizado, hasta el punto de que solo podía comunicarse a través de un ordenador que interpretaba sus gestos faciales gracias al único músculo que controlaba, el de la mejilla.