"Digo, desde el fondo de mi corazón, que no he hecho nada como senador para deshonrar esta institución", declaró el senador Al Franken en un discurso desde el hemiciclo. "De todos modos, hoy anuncio que en las próximas semanas renunciaré como miembro del Senado", agregó.
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"Me voy ahora, cuando un hombre que se ha jactado de agredir sexualmente a mujeres ocupa el Salón Oval", añadió Franken, refiriéndose claramente al presidente estadounidense, Donald Trump.
Muchos legisladores y legisladoras estiman que el Congreso de Estados Unidos se encuentra en un momento de transición, en el que cada uno debe adoptar, sin la menor ambigüedad, una política de tolerancia cero con cualquier comportamiento inapropiado, y con mayor razón frente al acoso o las agresiones sexuales.
En menos de 24 horas, 32 de los 48 senadores demócratas pidieron la dimisión de Franken, de 66 años. Un movimiento lanzado por un grupo de senadoras, luego de que se develara un nuevo testimonio contra él (el séptimo), en el que una mujer le señalaba de intentar abrazarla a la fuerza en 2006, antes de su elección al Senado.
El senador, otrora comediante y estrella del programa Saturday Night Live, no negó la mayoría de los hechos que se le achacan y multiplicó las señales de arrepentimiento desde que se produjeron las primeras acusaciones, hace tres semanas. Aceptó, además, cooperar con la investigación emprendida por la comisión ética del Senado, que trata este tipo de asuntos y recomienda sanciones, que pueden ir desde la reprimenda a la expulsión.
El Congreso estadounidense es señalado de ser una institución meramente machista, con apenas un 20 % de miembros mujeres. Hace treinta años, la representación femenina en el Legislativo era de tan solo un 5 %.