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La confesión de un hombre por “órdenes de Dios”

"Dios me dijo que lo que había hecho estaba mal", dijo un hombre, que 8 años después de estar preso, revelaba un macabro secreto.

Se trata de Thomas Riffenburg, que cumple cadena perpetua por asesinar a su compañero de celda en una cárcel de Oregón.

De acuerdo con una publicación de CNN, Riffenburg dijo a las autoridades que "Dios le decía que lo que había hecho estaba mal".  No obstante, la intervención divina no se refería al asesinato del otro interno, a quien pateó hasta matarlo.

Doble crimen

Se trataba un doble crimen. Su novia y su bebé de 16 meses, sobre quienes no se tenía noticia desde que fueron reportados como desaparecidos en 2009.

Riffenburg, de 31 años, escribió una carta a una agente especial del Departamento de Justicia de Oregón. En ella ofreció proporcionarle "fechas, horas y ubicación de las personas desaparecidas".

Cuando los dos se encontraron personalmente en junio pasado, Riffenburg le entregó a la agente un par de mapas dibujados a mano, cada uno revelaba una tumba.

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"Yo lo hice. Ambos fueron afixiados hasta la muerte", reveló sin ningún remordimiento.

La confesión de Riffenburg, registrada en la declaración jurada de una orden de búsqueda que fue presentada ante el Tribunal Superior de Los Ángeles, proporcionaría respuestas a sus seres queridos, quienes llevaban ocho años preguntándose sobre el paradero de Jennifer Anne Walsh y de Alexander, su pequeño hijo de 16 meses.

Sin embargo, los detalles de la revelación también traerían un nuevo tipo de sufrimiento para la familia.

La narración del caso está basada en declaraciones juradas de detectives de la Policía de Los Ángeles, que trabajan en el caso, y en una entrevista con un miembro de la familia de los desaparecidos.

¿Por qué lo hizo?

Uno de los detectives le hizo a Riffenburg la pregunta obvia: ¿por qué lo hiciste?

Él le dijo que había hecho una promesa a personas con las que había estado antes en prisión, a quienes consideraba "su familia" y que "siempre estarían primero".

Pero, explicó, no pudo cumplir esa promesa "con Jennifer y Alexander ".

Le entregó a la agente un par de mapas dibujados a mano, en los que marcó las tumbas donde dijo haber enterrado a Jennifer envuelta en una manta y a Alexander enrollado en plástico.

La tumba de Jennifer estaba en el patio trasero de la casa de su hermana, mientras que la de Alexander se ubicaba tras la residencia de los padres de Jennifer.

En una entrevista reciente con CNN, la madre de Jennifer, Joanne Fern, sostuvo que las autoridades encontraron restos humanos que, se cree, serían los su hija, pero aún están esperando los resultados de las pruebas de ADN para confirmarlo.

También indicó que los investigadores no han podido encontrar los restos de Alexander en la propiedad de 5,6 hectáreas donde ella y su esposo vivían cuando su hija y su nieto desaparecieron.

 

 

 

 

 

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