Destacando una fuerte reducción del impuesto a las empresas, que pasaría del actual 35 % a 20 %, el presidente Donald Trump defendió un proyecto “pro crecimiento, pro empleo, pro familias, pro Estados Unidos”. Empero varias cuestiones espinosas deben ser aún resueltas en el Congreso.
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“Haremos volver a nuestro país los empleos y riquezas que se fueron. Es hora de luchar por nuestros trabajadores estadounidenses”, dijo el mandatario norteamericano en Indianapolis.
Trump, inicialmente, quería que el impuesto a las sociedades bajase a 15 % pero sus socios del Congreso consideraron irrealista esa tasa y optaron por 20 %.
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Esa baja “drástica” permitirá “a los grupos estadounidenses imponerse ante los competidores extranjeros y volver a ganarles”, dijo el magnate.
“Es un cambio revolucionario y los mayores ganadores serán los trabajadores de la clase media por cuanto los empleos volverán masivamente a nuestro país”.
Los impuestos a los ingresos personales serían reducido y sería. menos progresivo al pasar de siete franjas de imposición a solo tres y con una tasa máxima de 35 % en vez de la actual de 36.9 %. Eventualmente, se incluiría otra franja para los más ricos pero esa propuesta es aún vaga.
Trump pidió apoyo a los opositores demócratas por cuanto precisa de sus votos para aprobarlo.
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“Históricamente, las reformas fiscales no fueron cuestiones partidistas y no hay razón alguna para que se convierta en eso hoy”, dijo, al tiempo que llamó a republicanos y demócratas a “unirse” en pro de la iniciativa.
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“Es ahora o nunca”, dijo por su parte el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, que desde hace un año trabaja en esta reforma fiscal, que sería la primera desde la del expresidente Ronald Reagan, en 1986.
Los republicanos presentan su reforma como una gran simplificación fiscal de modo de que la declaración de ingresos de los estadounidenses pueda hacerse en apenas una hoja.
Eso pasa por suprimir numerosas deducciones y nichos fiscales que son un dolor de cabeza para las personas a la hora de hacer sus declaraciones fiscales.
Apenas dos deducciones son protegidas por los republicanos: la sacrosanta deducción de intereses de los préstamos inmobiliarios y las donaciones caritativas.
El debate sobre las deducciones a suprimir no está cerrado y será tema de discusión.
El impuesto a las sucesiones, al cual los conservadores tildan de “impuesto a la muerte”, sería abolido, satisfaciendo un viejo reclamo republicano.
Para las empresas, se prevé pasar a un sistema de imposición territorial a fin de exceptuar a los beneficios en el exterior e incitar a repatriarlos a Estados Unidos.