La salida del presidente Michel Temer del palacio presidencial de Alvorada sorprendió la semana pasada en Brasil, una decisión que, según dijo el mandatario en una entrevista publicada este sábado, incluso tendría relación con "fantasmas".
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Temer, su mujer Marcela y su hijo de 7 años, Michelzinho, vivieron en el palacio menos de dos semanas, después de haber esperado meses por una serie de adaptaciones que se estima que costaron unos 20.000 reales (6.400 dólares).
El político conservador, de 76 años, que asumió la presidencia en agosto tras el impeachment de la mandataria de izquierda Dilma Rousseff, decidió regresar con su familia a la residencia de la vicepresidencia, el cercano palacio de Jaburú, donde residía desde 2011.
Después de especulaciones en la prensa sobre el repentino cambio de residencia, el presidente despejó los interrogantes en una entrevista publicada este sábado por la revista Veja en la que dijo que, aunque Alvorada es "muy amplia y bonita", Jaburú es más acogedor y su familia está más acostumbrada a él.
Pero había otras razones.
"Sentí una cosa extraña ahí. No conseguía dormir, desde la primera noche. La energía no era buena. Marcela sintió lo mismo. Solo a Michelzinho, que se la pasaba corriendo de un lado al otro, le gustó", confesó el mandatario, que esta semana provocó polémica por unas declaraciones sobre el papel de las mujeres en la economía.
Hogar de Rousseff desde 2011 y de su mentor, el líder izquierdista Luiz Inacio Lula da Silva, desde 2003, el majestuoso palacio diseñado por Oscar Niemeyer incluso dio otras sensaciones al presidente.
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"Llegamos a pensar: '¿Será que aquí hay fantasmas?"", dijo entre risas Temer, casado en terceras nupcias con Marcela, 43 años menor que él.
El columnista Jorge Bastos Moreno asegura este sábado en el diario O Globo que Marcela Temer llegó a contratar a un cura "conocido por espantar los malos espíritus con sus oraciones" para que protegiera con agua bendita la casa, pero que ni así quedó tranquilo el matrimonio presidencial.
Antes de Temer, sólo los presidentes João Figueiredo (1979-1985) y Fernando Collor (1990-1992) no vivieron en Alvorada. Figueiredo escogió la residencia alternativa de la presidencia, Granja do Torto, y Collor una residencia privada.