Vitaly Churkin, quien durante años rechazó las críticas occidentales y defendió hábilmente la política de Moscú en Ucrania y Siria, murió el lunes en Nueva York a los 64 años.
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Churkin se desvaneció el lunes de mañana, aparentemente por un problema cardíaco, cuando se encontraba en la misión rusa de Naciones Unidas y fue inmediatamente trasladado a un hospital de Manhattan, dijeron fuentes diplomáticas.
El ministerio de Relaciones Exteriores en Moscú lo describió en un comunicado como un "extraordinario diplomático". No suministró información sobre la causa de la muerte.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo que el presidente Vladimir Putin "tenía un alto aprecio del profesionalismo y el talento diplomático de Vitaly Churkin" y presentó sus condolencias, informó Interfax.
La noticia de su muerte fue recibida con estupor en la sede de las Naciones Unidas, donde Churkin, quien iba cumplir 65 años el martes, tuvo una destacada presencia en la última década. En una reunión de rutina de la Asamblea general, los diplomáticos observaron un minuto de silencio.
El secretario general Antonio Guterres afirmó que Churkin sirvió en el organismo "con distinción durante algunos de los periodos más desafiantes e importantes de la historia reciente", expresó Guterres.
Asimismo describió al embajador como una "presencia de carácter en el Consejo de Seguridad" y como "un diplomático único, un orador poderoso con gran ingenio y un hombre de muchos talentos e intereses".
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El embajador adjunto de Rusia ante la ONU, Petr Iliichev, aseguró que Churkin estuvo trabajando "hasta el último momento". "Toda su vida estuvo dedicada a defender los intereses de Rusia", dijo Iliichev visiblemente emocionado.
El portavoz de la ONU Farhan Haq ofreció sus condolencias y comentó: "Lloramos al embajador Churkin. Fue una presencia tan regular aquí que realmente estoy totalmente atónito".
La ruptura de Occidente con Rusia
Diplomático de carrera nacido en Moscú, que estudió inglés desde edad temprana, Churkin era embajador ante Naciones Unidas desde abril de 2006, tras serlo en Canadá y Bélgica.
Durante esta década, las relaciones entre Rusia y Occidente fueron tensándose, culminando con una ruptura real por el apoyo de Moscú a los separatistas pro-rusos del este de Ucrania y su intervención militar en Siria.
En los últimos meses Churkin chocó repetidamente con la entonces embajadora de Estados Unidos, Samantha Power, por el derramamiento de sangre en la ciudad siria de Alepo, y defendió incondicionalmente los puntos de vista de Moscú en el sentido de que el régimen de Bashar al Asad estaba en guerra total contra "terroristas".
Durante el mandato de Churkin Rusia interpuso seis veces su veto a resoluciones sobre Siria.
Power tuiteó que estaba "desolada" y calificó a Churkin de "maestro diplomático" y "de hombre profundamente bondadoso", que hizo todo lo que pudo para superar las diferencias entre Rusia y Estados Unidos.
La sucesora de Power, Nikki Haley, quien fue nombrado hace menos de un mes, dijo en un comunicado que Churkin había "demostrado ser un colega gentil". "No siempre vimos las cosas de la misma manera, pero indudablemente defendió las posiciones de su país con gran habilidad", dijo Haley.
El embajador francés, Francois Delattre, dijo por su lado que Churkin era "uno de los diplomáticos más talentosos" que conoció y "un excepcional representante de Rusia" en las Naciones Unidas.
Churkin fue portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores ruso a principios de los años 1990 y también representante especial para la exYugoslavia.
Criado en Moscú, tuvo un breve pasaje por los estudios cinematográficos cuando era adolescente: actuó en dos films sobre el padre fundador de la Unión Soviética, Vladimir Lenin.
Se graduó en el prestigioso Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú y comenzó su carrera en el ministerio de Relaciones Exteriores como traductor antes de trabajar en la embajada soviética en Washington en los años 80.
Le sobreviven su esposa, Irina, su hijo, Maxim, y su hija, Anastasia, que trabaja para el canal estatal Russia Today.