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Para construir ese futuro no hay "mañana"

“Adonde quiera que uno vea encuentra corrupción en Guatemala. Eso no es novedad. Ni en el Estado, ni en la iniciativa privada, ni en las ONG, ni en el deporte, ni en el arte, ni en el periodismo ni en ningún gremio”.

 

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Adonde quiera que uno vea encuentra corrupción. Eso no es novedad. Lo estimulante es que, ahora, ya lo asumimos como algo que no encaja del todo con la realidad comúnmente aceptable. Ahora ya existe una reflexión, por retórica que sea, de lo anómalo que resulta un saqueo descarado del erario público. Ahora ya existen antecedentes categóricos que nos hacen meditar. Hay gente diversa ligada a procesos penales y guardando prisión preventiva. Hasta se cuenta un par de condenas. Los escandalosos titulares que relatan el asalto sufrido por el Estado, especialmente durante la administración del Patriota, ya no puede ignorarlos nadie. En ese contexto, el juez Miguel Ángel Gálvez empieza, contra múltiples tropiezos, la etapa intermedia del caso “La Línea”.

Ese caso que echó a andar una nueva etapa en el país. Ese caso del cual depende, en enorme medida, que Guatemala cambie para siempre. Y eso solo podrá lograrse con sentencias en firme que, luego de un debido proceso, nos muestren en definitiva las caras de exfuncionarios que no tuvieron piedad con su pueblo, y que se embolsaron millones a costa de enfermos que fallecieron por falta de medicamentos, o de niños que perdieron la vida por una desnutrición que, o los mató de hambre por escasez de alimentos o los mató de oportunidades por no desarrollarse bien en sus facultades.

Mientras escribo, pienso en las generaciones de niños que están creciendo con el fondo musical de estas noticias. Ellos, los que hoy tienen entre seis y ocho años, son realmente la gran apuesta de la tierra que amamos. Son ellos quienes pueden y deben refundar la ética tan vilipendiada por las generaciones previas. Por mi generación. Por la de mis padres. Por la que vino antes que la mía. Por las que vinieron después. Oí decir a alguien que es mucho más barato educar que “reeducar”. Y en materia de honestidad, eso es decisivo. Mis sobrinos nietos forman parte de ese grupo determinante, capaz de darle el giro idealista y vigoroso al barco de la Guatemala soñada. Pero no podrán lograrlo sin el apoyo y el ejemplo de las generaciones ya averiadas por la catástrofe moral que se impuso en nuestra historia durante décadas y décadas. No podrán ni siquiera intentarlo, sin la luz de padres que obtengan y se hagan de la conciencia suficiente como para inculcarles un amor por la Patria que vaya mucho más allá que del diente al labio.

A la gente de mi edad, y a otra más joven, le cuesta aceptar aún que el pacto ético empieza por uno mismo. No proclamando a los cuatro vientos una honradez, a lo mejor muy fallida, sino comprometiéndose con hechos en la construcción de un imaginario renovado, que incluye no tolerar ciertas cosas “porque me favorecen”, o pronunciarse, a lo mejor sin mayor información, contra aquello que (creo) que “me afecta”. Si uno acude a gritar a una plaza, es preciso que sepa por qué lo hace y contra qué. Pero no basta con ello. Uno tiene que volverse un héroe familiar y un referente entre los amigos. Un héroe y un referente en materia de pagar los impuestos como debe ser; de no comprar películas o software pirata; de no prestarse sin escrúpulos a las acciones con marcados conflictos de interés. La lista es interminable. Y el reto, colosal. Porque en Guatemala, nadie puede lidiar con semejante desafío sin el riesgo de resbalarse. Sin el peligro de “caer” en una tentación. Sin la posible encrucijada de alguna vez prestarse a algo no correcto, por esa ingrata necesidad que a veces lacera con sus inclemencias. No enumero excusas. Solo trato de ser realista. Aquí las aguas favorecen al pez que se adapta a lo turbio. Tristemente.

Ayer empezó la etapa intermedia en el caso “La Línea”. No se necesita ser muy inteligente como para saber que aquí la corrupción sigue siendo parte de la cotidianidad. Pero hay esperanza. Hay un camino medianamente trazado. Hay gente comprometida y soñadora que a diario expone su vida para que el mañana del país sea más promisorio. ¿Show mediático en los casos de la CICIG y el MP? Sí. Y más de eso nos urge. Solo así las nuevas generaciones entenderán la clase de hábitat que les toca enfrentar. Solo así las generaciones que hoy forman a niños entre los seis y los ocho años instruirán a sus hijos, en algunas ocasiones por miedo y en otras por convicción, para que no elijan ese camino putrefacto, aunque fácil en apariencia, de robarse lo que no es de ellos.

Adonde quiera que uno vea encuentra corrupción en Guatemala. Eso no es novedad. Ni en el Estado, ni en la iniciativa privada, ni en las ONG, ni en el deporte, ni en el arte, ni en el periodismo ni en ningún gremio. Lo estimulante es que ya dejó de ser una parte “cómoda” del paisaje. Es más barato educar que “re educar”. No reciclemos en los niños del presente la podredumbre del pasado. Hay que superar la infamia leprosa del ayer. El camino para el futuro se abre hoy. Para construir ese futuro no hay “mañana”.

 

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