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Temor a un conflicto generalizado en Libia tras la derrota del Estado Islámico

Tras la derrota del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en su feudo libio de Sirte, las principales facciones rivales de este país petrolero libran una despiadada guerra de influencias, que amenaza con convertirse en un conflicto generalizado.

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Tras la caída en 2011 de Muamar Gadafi, que durante 42 años gobernó Libia con mano de hierro, el país está desgarrado por las rivalidades entre sus milicias, pero también entre decenas de tribus, componentes esenciales de la sociedad de este país.

Dos autoridades se disputan el poder. Por un lado, el Gobierno de Unión Nacional (GNA) con sede en Trípoli y reconocido por la comunidad internacional; y por el otro, una autoridad rival instalada en el este y que controla una amplia parte de esta región, llamada Cirenaica.

En el ámbito militar, destacan dos fuerzas principales: los grupos armados de Misrata, ciudad del oeste libio, que contribuyeron decisivamente a expulsar al EI de Sirte en nombre del GNA, y el autoproclamado Ejército Nacional Libio (ANL), del mariscal Jalifa Haftar, que lucha contra los grupos yihadistas en la parte oriental del país.

El ANL ha logrado reconquistar la ciudad de Bengasi (este), pero se enfrenta aún a bolsas de resistencia y acusa a sus rivales de Misrata de apoyar a grupos yihadistas.

– Enfrentamientos en el sur –

La tensión entre ambas fuerzas militares se incrementó brutalmente en diciembre, tras el anuncio oficial por el Gobierno de Unión y por las milicias de Misrata de su victoria ante el EI en Sirte.

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Unas milicias radicales de Misrata participaron en un ataque desde la base de Al Jufra (sur) contra la región de la llamada Media Luna petrolera, que se extiende a lo largo de una bahía en forma de semicírculo en el noreste del país y que es la principal plataforma de exportación de petróleo libio.

Actualmente la controlan las fuerzas del ANL, que lograron rechazar esta ofensiva militar.

Además, esta semana las fuerzas de Haftar replicaron al atacar en Al Jufra un avión que llevaba a militares y dignatarios de Misrata al sur del país. Según Haftar, se trataba de "terroristas".

Tras el ataque -que dejó un muerto y varios heridos-, las milicias de Misrata (algunas de ellas consideradas hasta ahora moderadas) enviaron refuerzos a la región de Al Jufra, a más de 600 kilómetros al sur de Trípoli, oficialmente para "garantizar la seguridad de la zona".

El emisario de la ONU en Libia, Martin Kobler, consideró esta semana que "la tensión en el sur es fuente de inquietud" y pidió "moderación" a todas las partes.

Washington expresó, por su lado, "profunda inquietud" y añadió que estos enfrentamientos "solamente benefician al EI y a otros extremistas violentos".

Aunque el EI ha sido expulsado de Sirte, la amenaza yihadista persiste en Libia, donde según los expertos, hay células de este grupo radical en el sur, pero también en el este y oeste, y en la propia capital.

Por su parte, el mariscal Haftar se ampara en alianzas tribales para tratar de tomar el control del sur del país.

Ya utilizó esta estrategia para apoderarse de la Media Luna petrolera, destaca Mattia Toaldo, especialista de Libia en el Consejo europeo de relaciones exteriores.

Este mariscal, opuesto al Gobierno de Unión, intenta también seducir a algunas milicias de Trípoli.

Si lo consigue, ello podría agravar la anarquía y complicar la tarea del GNA, ya minado por divisiones e incapaz de imponer su autoridad en todo el país, según Toaldo.

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