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“Tomé las riendas de mi vida y las de mi hogar”

Tres mujeres que estuvieron casadas nos cuentan cómo, pese a las adversidades, elaboraron un nuevo plan de vida y asumieron el papel de cabeza del hogar, en un país conservador como Guatemala.Un paso por la independencia“Más preparados”

Empezar de nuevo “Cuando se rompe el proyecto de vida que una mujer había planeado junto con una pareja, sea por el motivo que sea, surgen emociones como frustración, tristeza, victimización y temor, entre otras, en medio de una situación donde ellas deben empezar de cero la reconstrucción de su vida y la guía de sus hijos”, asegura Sandra Luna, psicóloga social y clínica. “En Guatemala, la gran mayoría de las relaciones son asimétricas, es decir, no hay igualdad en ambas partes y, además, existe dominación y sometimiento. El matrimonio suele ser un ejemplo de esta asimetría, cuando conlleva abuso y maltrato sobre el más débil de la relación, que por lo general es la mujer”, agrega Luna. Inmersas en una sociedad con un sistema patriarcal y conservador, que educa hombres “machistas” y mujeres “sumisas”, muchas féminas viven en un mal entorno familiar, no divulgan su situación, ni denuncian o exigen sus derechos, asegura la psicóloga Stephanie Guilá.

La fortaleza con la que han sido forjadas las mujeres ha marcado su liderazgo al tomar las riendas de su hogar, con o sin el apoyo económico, social o moral de la figura de un hombre.

Ya sea por violencia intrafamiliar, viudez, infidelidad o incompatibilidad con la pareja, miles de guatemaltecas han logrado salir adelante solas y hacerse cargo de su familia bajo sus propios medios, incluso desafiando el estatus social al que muchas se ven obligadas a someterse, como lo hizo Heidy Velásquez, de 31 años, administradora.

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“Mi esposo era una persona muy violenta. Siempre me tuvo protegida con guardaespaldas, mis hijos iban a uno de los colegios más caros del país y teníamos una buena vida. Yo pensaba que ese estatus lo perdería si lo dejaba y que mis pequeños sufrirían. Una vez, en un momento de ira, me sacó de la casa. Supe que era el momento ideal para no regresar a esa vida de humillaciones y maltrato. Ahora trabajo en un hotel y con eso logro darles educación, hogar y comida a mis hijos. Y tenemos una mejor vida”, explica Heidy.

 

Un paso por la independencia

Marco jurídico Otra herramienta para el empoderamiento femenino en este tipo de situaciones es la Ley contra el femicidio y otras formas de violencia contra la mujer. “Las mujeres necesitan informarse más sobre sus derechos y el amparo jurídico que un juez puede otorgarle para protegerse y rescatar a su familia de un esposo agresor”, explica Luna.  No obstante, aunque existe una ley que ampara a las mujeres, muchos hombres evaden la responsabilidad de dar una pensión, como un castigo económico hacia la mujer, lo cual aumenta las tensiones de las mujeres que atraviesan esta situación, explica Guilá.  

Quienes están viviendo este problema, donde hay maltrato, abuso, ofensas y castigos todo el tiempo, suelen tener un concepto pobre de sí mismas: “Fue mi culpa”, “siempre hago mal las cosas”, “otra vez me equivoqué” o “si no hubiera actuado así, no hubiera de-satado su ira”. Sin embargo, la primera señal del empoderamiento de la mujer es romper el silencio: hablar con alguien para buscar un consejo o apoyo, aceptar y enfrentar su situación, explica Luna.

“Es un paso muy difícil de dar, pues una mujer que está siendo víctima de maltrato no tiene las herramientas necesarias para tomar una determinación que ponga fin a ese dilema, a pesar de que el panorama sea de mucha violencia física, abuso y sometimiento. Uno de los temores que una mujer debe enfrentar es a perder ‘estabilidad familiar’ y la economía”, asegura la psicóloga Berta Aída Batres, trabajadora social de Fundación Sobrevivientes.

“Más preparados”

Gabriela: “Me divorcié y estoy rehaciendo mi vida” “El día que descubrí que me engañaba con otra y que no me valoraba como su mujer pensé muchas cosas. Una semana después decidí tomar mi ropa, a mis hijos y mi dignidad. Me fui de la casa e inicié el proceso para divorciarme. Yo había estudiado, pero dejé el trabajo, porque él me lo pidió. Sin embargo, no me quedó de otra que ser fuerte y empezar una nueva etapa. Comencé haciendo maquillaje en mi círculo cercano. Hoy tengo mi propia microempresa, con la que mantengo a mi familia. Él dejó de ayudarnos económicamente el mismo día que salimos de la casa. Volver a creer en mí, rehacer mi vida y cuidar sola a mis dos hijos es un regalo que me ha dado la vida para saber que soy fuerte”, dice Gabriela Estrada, de 36 años, maquillista. Otro de los casos más comunes de mujeres que deciden empoderarse y llevar en sus hombros a sus fami-lias es el de las que deciden divorciarse y que habían dejado su profesión por petición de la pareja o por sus hijos. En estos casos, los expertos reafirman que la convicción y no temer a lo nuevo son fundamentales para romper el ciclo de dolor e infelicidad. “Soy capaz de salir a-delante”, “Soy capaz de proveer el alimento para mis hijos y ofrecerles un ambiente sano y seguro”. El simple hecho de sentirse una persona competente cambia el panorama para una mujer, se le ilumina el rostro y le da las fuerzas y la entereza necesarias para luchar por ella y su familia, asegura Sandra Luna. Aunque ellas tienen la fortaleza de salir adelante, es muy común que no vuelvan a casarse, aunque consoliden una relación con una nueva pareja. “Las mujeres tienen menos posibilidades de encontrar a una pareja con quien formar una familia cuando se queda a cargo del hogar”, afirma Guilá. “Es muy poco común que las mujeres contraigan segundas nupcias. Si tienen otra pareja, es normal que no llegue a formalizar o que se enfrente a los retos de una familia poligenética”, asegura Guilá. Socialmente las mujeres suelen ser señaladas en todo momento y más al rehacer su vida sentimental; sin embargo, esto no debe ser motivo para dejar de buscar una segunda oportunidad, coinciden las especialistas.

Violencia intrafamiliar “Viví 12 años con un hombre que me violentaba física y a, porque en el momento en el que nos casamos no era virgen. Me decía que sin él no valía nada y que me había honrado al darme su apellido”. Heidy Velásquez, de 31 años Empoderamiento La primera señal de empoderamiento de las mujeres en este tipo de situaciones es “romper el silencio”. Hablar de su vida y buscar apoyo, lo cual es una decisión difícil de tomar en medio de la crisis matrimonial, asegura Luna.

“Perdí a mi esposo a los dos años de casada, tenía 22 años. Lo más difícil fue tratar de entender por qué me había pasado eso a mí. Lo primero que hice fue buscar apoyo en mi familia, regresé a la casa de mi mamá y empecé a estudiar en la universidad. Lo más triste era enfrentarme a la responsabilidad de criar sola a mi hija, que preguntaba constantemente por su papá. Estudié mercadotecnia y publicidad y ahora trabajo en una agencia de medios. Me siento una mujer segura, responsable, capaz y madura, pero la vida me hizo crecer de un día para otro, no como normalmente se vive un cambio. La única forma de salir adelante es luchando con todas tus fuerzas”, dice Mónica de León, de 28 años, ejecutiva. 

En casos como el de Mónica, mujeres que han armado un proyecto de vida junto con su pareja y esta se va de un momento a otro, deben tomar el li-derazgo y levantarse. Para este tipo de experiencias, según los expertos, la familia y los amigos deben ser la primera fuente de apoyo para tomar de nuevo las riendas de su vida. Serán ellos quienes brinden ayuda, refugio, sustento y afecto en esta situación y durante el proceso de reconstrucción personal. “Las mujeres deben visualizar a esas personas que puedan tenderles una mano como la familia, una amiga confidente o un especialista, para continuar con sus vidas y ser un ejemplo para sus hijos, en caso de te-nerlos. A esto, en tema de género, se le llama red de apoyo”, explica Luna.

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