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Crece el riesgo de “autoaborto” en Texas, según médicos y expertos

La legislación que restringe el aborto en Texas, que endureció las condiciones para los sanitarios y las pacientes, entró en vigor en octubre y desde entonces varias clínicas que lo practicaban han cerrado.

Se calcula que unas 24 clínicas ofrecen actualmente el servicio en Texas, casi la mitad que en 2011, según datos de las organizaciones proveedoras.

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En el sur de Texas -subrayó Grossman- se le suman uno de los niveles de pobreza más elevados del país, la popularidad de las técnicas de aborto inducido entre la población hispana, la proximidad con México para comprar medicamentos y un notable porcentaje de mujeres indocumentadas.

Cerraron las dos únicas clínicas en el valle del río Grande, fronterizo con México, con 1,3 millones de habitantes con más del 85 % de la población de origen latino, según el Censo.

Ambas clínicas no consiguieron, como marca la nueva ley, que un hospital de la zona -algunos con afiliación religiosa- expidiera a sus doctores la autorización para realizar abortos.

“Un medicamento que es administrado sin supervisión médica y con unos fines diferentes para los que fue diseñado puede llevar a hemorragias o abortos incompletos”, lamentó.

La fórmula más utilizada es con medicamentos que contengan Misoprostol, un fármaco para úlceras cuyos efectos secundarios se usan para abortar en algunos países donde es ilegal.

Sin centros en el valle del río Grande, las mujeres tienen que recorrer hacia el norte unas cuatro horas en auto o más probablemente en autobús, lo que encarece el precio del aborto y fuerza a pedir días libres en el trabajo, a explicárselo a la familia y costearse una noche en ciudades como San Antonio.

A eso se le suma que las mujeres pueden encontrarse con los puntos de control de inmigración, habituales en las carreteras interiores de Texas, lo que disuade del viaje a personas indocumentadas o con permisos puntuales de trabajo.

Otras optan por cruzar a México y en algunos casos arriesgarse a ser detenidas al volver a entrar a los Estados Unidos, una práctica que ya advertía el informe “Nuestro Texas”, publicado en 2013.

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De hecho, el investigador Dan Grossman subrayó que, antes de la ley del aborto, Texas ya contaba con unos niveles de aborto inducido superiores a la media.

En 2012, Grossman halló que el 7 % de las texanas que iban a una clínica de aborto había recurrido antes a sustancias para inducirse el aborto y, en el caso de la zona fronteriza, el porcentaje fue del 12%. La media nacional no llega al 2 %.

 

EFE

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