El portugués Antonio Guterres tomará las riendas de las Naciones Unidas el 1 de enero y buscará darle un nuevo impulso, en un momento en el que la organización internacional ha dejado en evidencia su impotencia ante la crisis de Siria.
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Primer exjefe de gobierno en dirigir la ONU, sucederá a los 67 años al surcoreano Ban Ki-moon con un mandato de cinco años.
Su elección unánime ha despertado grandes esperanzas.
Un embajador occidental lamentó que no se eligiera por primera vez a una mujer, aunque agregó con una sonrisa que “salvo por eso, es perfecto” para este puesto.
Las crisis múltiples y complejas -Siria, Sudán del Sur, Burundi, Corea del Norte-, la burocracia pesada y un Consejo de Seguridad dividido dejan, sin embargo, poco margen de maniobra a Guterres.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el 20 de enero también amenaza con complicarle la tarea.
Él mismo reconoce que “el secretario general no es el jefe del mundo” y que depende de la buena voluntad de las grandes potencias.
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Después de un Ban Ki-moon que careció de iniciativa y de carisma, algunos diplomáticos especulan sobre un cambio de método y de personalidad para “redinamizar” la ONU.
“Mi mayor remordimiento al dejar mis funciones es que la pesadilla de Siria continúa”, declaró Ban Ki-moon.
La ONU asistió, impotente, al asedio del ejército sirio, apoyado por Rusia e Irán, a los barrios rebeldes de Alepo.
Un puñado de observadores pudo seguir in extremis la evacuación de miles de civiles. “Muy poco, muy tarde”, resumía un diplomático.
Durante estos casi seis años de guerra, Rusia protegió a su aliado sirio de las presiones occidentales utilizando seis veces su poder de veto en el Consejo de Seguridad.
Guterres hereda este tema en un momento en el que Moscú controla el juego y la reconquista de Bachar al Asad de la segunda ciudad de Siria reforzó esta influencia.
Se espera que exponga bastante rápido sus ideas sobre la resolución de este conflicto, aunque sin atarse las manos, con un plan de paz oficial. “Por ahora, no revela sus cartas”, cuenta un diplomático.
La misma impotencia y desunión existen frente a la guerra civil que destruye Sudán del Sur desde hace tres años. La iniciativa estadounidense de imponer un embargo sobre las armas fracasó, alcanzando sólo siete votos en favor entre los 15 países del Consejo de Seguridad.
Allí fueron desplegados 13.000 cascos azules, que son criticados por no haber protegido eficazmente a los civiles que se refugiaban en bases de la ONU.
En África Central, la reputación de los soldados de cuerpos de paz de Naciones Unidas está muy manchada por acusaciones de violación.
Consciente de las críticas, Guterres habla de una ONU “ágil, competente y eficiente”. “Es tiempo para la ONU de reconocer sus insuficiencias y de reformar su manera de funcionar”, afirmó quien fue antes Alto Comisario de la ONU para los Refugiados (HCR).
La gran pregunta para Guterres es qué impacto tendrá la llegada a la presidencia estadounidense de Donald Trump.
El multimillonario muestra su desconfianza, incluso cierto desprecio, ante las Naciones Unidas y amenaza con replantear el acuerdo de París sobre el cambio climático, uno de los principales éxitos de Ban Ki-moon.
Estados Unidos, uno de los principales proveedores de fondos de la organización, cubre el 22% del presupuesto de la ONU.