El accidente sufrido por un avión ruso, que se estrelló en el mar Negro con 92 personas, no fue debido a una “explosión a bordo” sino a un “funcionamiento anormal” del aparato, según las primeras conclusiones reveladas este jueves por las autoridades rusas.
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La pista de un acto terrorista no ha sido oficialmente descartada, aunque el análisis de los restos encontrados y de las cajas negras privilegian la tesis de un problema técnico o de pilotaje.
“Está claro que hubo un funcionamiento técnico anormal. Los expertos tendrán que aclarar las razones y por eso se creó una comisión especial”, declaró en conferencia de prensa el ministro de Transportes, Maxime Sokolov.
Las primeras conclusiones firmes se darán en enero. Hasta entonces, por lo menos, la flota de Tupolev Tu-154 aún en servicio quedará en tierra.
La investigación ya concluyó que no hubo “explosión a bordo” del aparato, según el general Serguei Bainetov, director de seguridad aérea del ejército.
Sin embargo, “un acto terrorista no es forzosamente una explosión, y no excluimos” esta hipótesis, añadió, subrayando que un atentado puede ser fruto de una “acción mecánica” sobre un elemento del aparato o en el interior del mismo. “La pista de un atentado no está excluida, pero no está considerada como la principal”, resumió Sokolov.
Cinco días después de la catástrofe aérea, los buzos e investigadores terminaron la “fase principal” de búsqueda y extrajeron del mar “todo lo vinculado al siniestro del avión”, quedando sólo por recuperar pequeñas partes del aparato y fragmentos de cadáveres.
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“La zona donde ocurrió ha sido totalmente inspeccionada. Diecinueve cuerpos, más de 230 fragmentos de otros, 13 grandes piezas del avión y unos 2.000 restos del mismo han sido remontados a la superficie”, precisó el ministro de Transportes.
“El avión casi se desintegró por completo al impactar con la superficie del agua primero y luego contra el fondo marino, lo que complicó las operaciones de búsqueda”, apostilló.
– Cajas negras recuperadas –
Las autoridades dieron además otros detalles sobre el trayecto del avión, que transportaba a bordo 92 personas, entre las cuales más de 60 miembros del célebre Coro del Ejército Rojo.
El aparato había despegado de un aeródromo cercano a Moscú con destino a Siria, y tuvo que reabastecerse de combustible en Adler, cerca de Sochi (sur), al no poder hacerlo en la base militar de Mozdok en Osetia del Norte a causa de la meteorología, precisó Bainetov. Sin embargo, no dijo por qué el avión tuvo que reabastecerse en un vuelo desde Moscú hasta la base aérea rusa de Hmeimim, en el noroeste de Siria.
El avión desapareció de las pantallas de radar el domingo a las 02H27 GMT, dos minutos después de despegar desde Sochi.
El Coro del Ejército Rojo tenía que dar un gran recital de Año Nuevo en la base de Hmeimim, donde están desplegados los pilotos, soldados y miembros de las fuerzas especiales rusas que operan en Siria desde el 30 de septiembre de 2015.
El ejército desmintió este jueves que el coro fuera a actuar en Alepo, segunda ciudad de Siria, recientemente arrebatada a los rebeldes por el régimen con ayuda de Moscú.
Las dos cajas negras del avión, una que registra los parámetros técnicos del vuelo (Flight Data Recorder, FDR) y la otra las conversaciones en la cabina y con los controladores aéreos (Cockpit Voice Recorder), fueron recuperadas martes y miércoles, algo fundamental para determinar las causas del drama.
Los servicios secretos privilegiaban las pistas de un objeto que obstruyó un motor, combustible de mala calidad, error del piloto o una falla técnica del avión.
Este accidente del Tupolev, que transportaba también a periodistas de la televisión rusa y a una médico reconocida por su acción humanitaria, conmocionó a toda Rusia.