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La extrema derecha se abre paso en una ciudad dormitorio cerca de París

Emilie Fougerolles votó por la izquierda en 2012 y, aunque le “molesta el racismo” del partido de extrema derecha francés Frente Nacional (FN), está pensando seriamente en votar por su candidata, Marine Le Pen, en las elecciones presidenciales del próximo año.

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Esta vendedora de 34 años vive en la ciudad dormitorio de Mantes-la-Ville, una de las diez localidades conquistadas por el Frente Nacional en las elecciones municipales de 2014.

En esta ciudad de 20.000 habitantes, a unos 50 kilómetros de París, el 30% de los electores votó por el partido de ultraderecha, que ganó en la segunda vuelta a sus rivales, divididos en tres listas.

Desde entonces, “nada ha cambiado en nuestro día a día”, asegura Fougerolles, que se apresura a terminar sus compras en el centro casi desierto de la ciudad.

La gestión sin problemas de la ciudad, a cargo de su alcalde, del FN, Cyril Nauth, un profesor de 35 años, ha hecho que se desvanezcan las dudas de algunos de sus habitantes.

Además, los atentados yihadistas que han asolado Francia desde enero de 2015, dejando un total de 238 muertos, no han hecho más que acentuar esta inclinación.

“Vivimos con miedo permanente”, admite esta madre de cuatro niñas, que, dice, están muy afectadas por el asesinato en junio de un policía y su pareja, cometido por un yihadista en la ciudad vecina de Magnanville. “Mi hija estaba a 200 metros de allí”, asegura.

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Todo esto le ha hecho interesarse por las propuestas de Marine Le Pen. “Sobre el terrorismo, tiene buenas ideas”, estima. “Si no se llamara Le Pen, votaría por ella sin dudarlo”, asegura.

Marine Le Pen sucedió a su padre, Jean-Marie Le Pen, presidente del FN durante cerca de 40 años, en 2011.

Desde entonces, esta abogada de profesión ha tratado de mantenerse alejada de la diatriba racista y antisemita de su padre, sin rechazar el fondo de su discurso contra la inmigración, el islam, la inseguridad y la Unión Europea.

Esta estrategia le ha permitido ganar numerosos apoyos.

El FN encabezó la primera vuelta de las elecciones regionales de 2015 con el 28% de los votos.

Y, frente a una izquierda dividida, todos los sondeos señalan que Marine Le Pen pasaría a la segunda vuelta de las presidenciales de 2017.

El duelo final lo perdería frente a una derecha más moderada, pero, tras la inesperada elección del republicano Donald Trump para la presidencia de Estados Unidos, Marine Le Pen no pierde las esperanzas de llegar al Elíseo.

– “No me escondo” –

“Hay un discurso de hartazgo, pero los franceses no están dispuestos a cambiarlo todo”, señala Franck Party, de 49 años, administrador de un supermercado de esta ciudad de pequeñas casas e inmuebles, apenas más pobre que la media nacional.

Asegura que “nunca habría votado por Jean-Marie Le Pen, que es demasiado excesivo”, pero vota por el FN desde que su hija está al mando del partido.

“Me identifico con su discurso sobre la defensa de la identidad de Francia”, explica este hombre, que denuncia “la inmigración masiva” y “la dictadura de Bruselas”.

Como él, varias personas de Mantes-la-Ville expresan sin complejos votar por el FN por rechazo a los “inmigrantes”.

“Yo no me escondo”, asevera Alain Baudouin, un obrero jubilado de 56 años, molesto por “esos inmigrantes que tienen de todo”.

“¡Viva el FN!”, añade Frédéric, un antiguo albañil que, afirma, fue “despedido a causa de la llegada de albañiles turcos y polacos”.

Patricia, una empleada del ayuntamiento de 58 años, delcara: “no me arrepiento de haber votado por el FN” en 2014, y lo volverá a hacer en 2017. Para ella, tampoco se ha producido un gran cambio en la ciudad desde la llegada del FN a la alcaldía. “Quizás las calles son más limpias”, dice, pero lo más importante es que “¡debemos levantar a Francia!”.

Arrastrando un carrito de la compra, una septuagenaria, bajo condición de anonimato, afirma haber votado por el alcalde del FN hace dos años, harta “de los asistidos y de los inmigrantes”.

Sin embargo, en las presidenciales de abril-mayo de 2017, votará por el candidato de centro-derecha François Fillon. “No es lo mismo para manejar un país”, afirma.

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