El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, lucía este lunes aislado en sus denuncias de que hubo fraude masivo en las elecciones que lo vieron triunfar sobre Hillary Clinton, mientras un partido de izquierda avanza en el recuento de votos en tres estados clave.
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Autoridades, expertos y legisladores afirmaron que las acusaciones del magnate carecían de fundamento y eran peligrosas.
“No hay evidencia creíble para apoyar su acusación de fraude masivo”, dijo a la AFP Dan Tokaji, profesor de derecho constitucional en la Ohio State University.
Entre sus mismas filas, el legislador republicano Chris Collins recomendó pasar la página: Trump “es el presidente electo y hay que ir hacia adelante”.
El millonario de 70 años alcanzó su sorpresiva victoria el 8 de noviembre al superar el número mágico de 270 votos electorales dentro del Colegio Electoral necesarios para obtener la presidencia, pero perdió en la votación popular ante su rival demócrata, Hillary Clinton, por más de dos millones de papeletas.
Pero el domingo, antes de regresar a Nueva York para seguir en la composición de su futuro gabinete, Trump recurrió a Twitter para afirmar que de hecho él habría ganado el voto popular si no fuera por los “millones de personas que votaron ilegalmente”.
“Fraude electoral grave en Virginia, New Hampshire y California –¿por qué los medios no informan sobre eso?”, lanzó el magnate.
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En esos tres estados ganados por Clinton el republicano no ha presentado ninguna prueba de irregularidades.
Ni siquiera Trump ha presentado una queja formal. En New Hampshire, el subsecretario de Estado, David Scanlan, confirmó a AFP que todos los resultados eran definitivos, tras el período legal de revisión, y que los únicos recursos (15) se referían a escrutinios locales, a su vez, ya validados.
“Esta elección ocurrió sin contratiempos”, dijo Scanlan.
Las acusaciones de Trump siguieron al anuncio de la campaña de Clinton de unirse a la iniciativa del Partido Verde de solicitar el recuento de votos en tres estados donde Trump ganó: Wisconsin, Pensilvania y Michigan.
La campaña de la candidata del Partido Verde, Jill Stein, presentó un pedido de un nuevo recuento en el estado de Wisconsin el viernes y espera hacer lo propio en Michigan el miércoles. Además inició una dura campaña para presentar solicitudes en Pensilvania.
– “Semilla de la duda” –
En esos tres estados, si Clinton hubiera obtenido decenas de miles de votos más, de los varios millones, y sobrepasado a Trump, actualmente sería la presidenta electa.
Al presentar los recursos, Stein, quien obtuvo una mínima parte del voto en esos estados, mantiene viva la última esperanza de la izquierda estadounidense, crítica con el sistema electoral estadounidense, tras la derrota de Clinton.
Pero observadores afirman que no hay evidencia de un fraude generalizado y pocos esperan que los recuentos de votos cambien el resultado de la elección, que Clinton aceptó en la madrugada poselectoral en una llamada telefónica con Trump.
“No espero ningún cambio significativo de estos recuentos, porque raramente sucede. Generalmente las urnas electrónicas funcionan bien”, dijo Tokaji.
“Alterar las elecciones en una escala significativa es muy difícil porque nuestras elecciones son muy descentralizadas”, añadió.
Durante semanas en la campaña electoral, Trump denunció un sistema electoral “amañado” y antes de los comicios se mantuvo oscilante en su compromiso de respetar el resultado en las urnas.
Pero el sábado arremetió contra la iniciativa de recuento en Michigan, calificándola de una “estafa”.
Trump obtuvo 306 votos electorales, contra 232 de Clinton, luego de que Michigan certificara el lunes los resultados electorales en ese estado.
Los resultados no han sido certificados aún, pero según los datos compilados por el Cook Political Report, Clinton se abrogó 48,2% de los votos contra 46,5% para Trump a nivel nacional, una diferencia de 2,2 millones de votos.
Legisladores y funcionarios de los dos principales partidos afirmaron que las acusaciones de fraude no son demostrables,
“No he visto nada sobre millones. No sé de qué habla”, dijo a CNN el senador republicano James Lankford.
El vocero de la Casa Blanca Josh Earnest declaró que “no se ha presentado evidencia para corroborar una acusación como esa”.
Algunos expertos advirtieron sobre un precedente peligroso que potencialmente podría socavar la confianza en la democracia o la confianza en el liderazgo del próximo presidente estadounidense.
“Pienso que intenta plantar la semilla de la duda en el público estadounidense”, dijo a la AFP Costas Panagopoulos, politólogo de la Fordham University.