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Freddy lleva nueve meses postrado en lo que sus médicos llaman un “hospital de guerra”, le reconstruyeron una pierna fracturada en cuatro partes, pero las bacterias que allí lo infectaron amenazan con una amputación.
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En el hospital público de Coche, una populosa barriada de Caracas, la crisis médica venezolana palpita.
Solo hay agua tres días por semana, huele mal, los cubos de basura están abiertos y las moscas vuelan por los pasillos. Uno de cada tres quirófanos está cerrado por contaminación.
“Tengo miedo, no quiero subir más al quirófano porque cada vez vuelvo peor”, confiesa Freddy Herrera, sentado en la cama de una sala de techos húmedos, que comparte con 14 pacientes.
Se quebró la pierna derecha en un accidente de motocicleta y debió esperar 17 días para la operación.
Por las bacterias, que proliferan en la suciedad y resisten los pocos antibióticos disponibles, ha recibido 13 limpiezas quirúrgicas.
“Mi miedo es que después de tanto luchar vengan a decirme que hay que quitarme la pierna porque las bacterias se comieron el hueso”, dice este plomero de 41 años.
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Freddy no es el único, según el doctor Efraim Vegas, residente de traumatología. “Tenemos personas que han terminado amputadas por falta de asepsia en los quirófanos”.
En Coche se reutilizan tubos respiradores: varios esperan para ser lavados junto con un bisturí eléctrico desechable. Hay 18 médicos y se requiere el triple.
– “Ayudo a morir” –
La situación se repite en muchos de los 320 centros médicos públicos del país, hundido en una crisis económica agravada por la caída del petróleo, prácticamente su única fuente de ingreso.
Vegas vio morir, retorciéndose de dolor, a un joven con un tiro de escopeta en la rodilla. “No tenía suero, hemoderivados, sangre ni morfina”, recuerda el doctor, que en dos años presenció otras muertes por falta de insumos básicos.
En emergencias solo hay cinco soluciones endovenosas para la guardia nocturna, lo necesario para estabilizar solo a un herido de bala, cuando pueden llegar hasta 20 pacientes.
“Me siento atado de manos (…), no puedo curar, alivio y ayudo a morir”, dice.
El hospital de Coche sirve a una zona de 150.000 personas, muchas de barrios donde las autoridades ejecutan desde 2015 operativos especiales contra una criminalidad desbordada.
Por falta de cupo en las morgues, los cadáveres de los abatidos son dejados en la del hospital que llega a albergar hasta una docena, aunque solo hay espacio para cuatro, según Vegas.
“Los cuerpos a veces pasan ahí hasta 72 horas y explotan. Es terrible porque todo huele a putrefacción. Es un hospital de guerra”, relata el médico de 29 años.
Gotas de sangre fresca se ven en la entrada del depósito.
– Ascensor de miedo –
Según el Observatorio Venezolano de la Salud, la escasez de material quirúrgico afecta al 81% de los servicios hospitalarios y la de medicinas para los pacientes, al 76%.
Solo 15.230 camas están operativas (34,8% del total), cuando se requerirían 100.000.
La AFP pidió hace una semana una entrevista con la ministra de Salud, aún sin respuesta. El gobierno de Nicolás Maduro afirma que los fallos son puntuales y están resolviéndose.
Sostiene que en el modelo rentista petrolero se importaba el 90% del material quirúrgico, por lo que busca estimular su producción y la de medicinas.
Según el gobierno, la “revolución” socialista ha invertido 250.000 millones de dólares en salud en los últimos 13 años, especialmente en un programa de atención primaria que envía médicos -muchos cubanos- a zonas populares.
Aunque la inversión llegó a Coche, muchos equipos no sirven por escasez de repuestos.
En pediatría, casi clausurada por falta de personal, hay una incubadora y camas nuevas cubiertas de polvo.
Y si el quirófano aterra a Freddy, el único de cuatro viejos ascensores operativo pone en riesgo a todos.
“Por aquí sube la comida, los pacientes, los que fallecen, los tiroteados, la basura, los desechos biológicos”, dice la operadora, Rosa Herrera, de 61 años, quien se queja de los zancudos que se crían en el foso inundado de este sucio elevador.
– “Un acto de heroísmo” –
Sin infectólogo, los doctores identifican bacterias por el olor del pus, cuenta uno de ellos -bajo anonimato-, quien ayudó a salvar a un hombre al que llevaron con la cabeza infestada de gusanos tras recibir un balazo en un asalto y ser abandonado en la calle.
Los doctores deben sortear además robos y agresiones de pacientes y familiares, comenta Vegas. “Ser médico en Venezuela es un acto de heroísmo”, añade su colega.
Vegas gana el equivalente a 60 dólares mensuales y dice haber bajado 26 kilos porque sólo tiene para comer dos veces al día.
Posiblemente se irá del país, como otros 13.000 doctores durante la era chavista, según la Federación Médica. En Venezuela, hay unos 70.000.
Mientras se recupera, Freddy mata el tiempo derribando moscas con una raqueta plástica. Y lo que es peor, ahora recibirá menos visitas: su esposa tiene cáncer y empezó la quimioterapia.