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El asedio yihadista a la ciudad siria de Deir Ezzor asfixia a la población

“Hace dos años que no como carne ni fruta por culpa del asedio”, asegura Mustafá, un sirio de 12 años que vive en un barrio de la ciudad de Deir Ezzor (este) rodeado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI).

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“Echo de menos toda esa comida”, dice el adolescente a un periodista de la AFP que se desplazó a la parte de Deir Ezzor en poder de las fuerzas del régimen del presidente Bashar al Asad.

Deir Ezzor es el único lugar de Siria donde el EI impone un asedio a un territorio en manos del ejército.

Los civiles no tienen escapatoria. La única forma de acceder a los barrios es a bordo de helicópteros militares. Los víveres y el carburante escasean.

El EI, que controla gran parte de la provincia de Deir Ezzor, se apoderó en 2014 de zonas extensas de la ciudad epónima.

Desde enero de 2015, el grupo asedia el sector gubernamental situado en el oeste, donde viven unas 100.000 personas, según la ONU.

Cerca de un millón viven en Siria en sectores sitiados, la mayor parte de ellos por un asedio de las fuerzas del régimen.

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El Programa Mundial de Alimentos (PAM) y Rusia, aliado clave del régimen, lanzaron alimentos por helicóptero en la parte asediada, la única del país en recibir este tipo de ayuda.

Pero en el mercado de la calle Al Wadi, los habitantes hambrientos y extenuados no tienen gran cosa que llevarse a la boca.

Quitando rúcula y espinacas, pocas verduras se ven en las tiendas, que ofrecen cigarrillos, pollo y conservas.

– Penuria de agua –

Los precios son prohibitivos. Un kilo de carne infestada de moscas cuesta 15.000 libras sirias (unos 28 euros).

El gobierno distribuye gratuitamente pan a los habitantes más necesitados a través de la Media Luna Roja, que prevé repartir 17.000 sacos antes de finales de mes.

Frente a una panadería estatal, decenas de personas esperan sus raciones.

“Hace horas que esperamos por un saco de pan”, se queja Um Jaled, una funcionaria jubilada.

Debido al asedio, Mohamad al Obeid tuvo que renunciar a su oficio de taxista y dedicarse a la venta de muebles de madera utilizados como combustible para la calefacción o la cocina.

“La gente me vende muebles u otros objetos de madera y con el dinero que les doy, compran comida”, indica Obeid, en el barrio de Jura.

Los habitantes también tuvieron que cavar pozos, porque la falta de carburante impide el funcionamiento de las bombas de agua.

“Hace dos años que sufrimos penuria de agua”, afirma Ahmad Sarur, un funcionario. “Cavamos estos pozos para nuestras necesidades cotidianas”, explica.

– Parque transformado en cementerio –

Sin carburante, los habitantes no pueden ir al cementerio de la ciudad, situado en las afueras, para enterrar a los muertos.

Por eso transformaron el único parque del barrio de Jura en un camposanto. Los niños juegan entre las lápidas.

“Antes el parque estaba lleno de árboles y de hierba verde, a la gente le gustaba ir para relajarse”, cuenta Jalaf al Saleh, un habitante del barrio.

“Pero debido al bloqueo y a la distancia entre la ciudad y el cementerio, tuvimos que utilizarlo como camposanto para los barrios asediados”, añade.

Los yihadistas también cortaron la red eléctrica y el acceso a internet. Estar informado y tener luz es una pesadilla.

Los propietarios de cafeterías que disponen de generadores instalaron televisiones para que los clientes que se lo puedan permitir beban algo caliente o fumen narguilé mientras siguen el noticiero.

Um Basel, un ama de casa de unos 50 años, está harta: “No tenemos nada más que la ropa que llevamos puesta y ni siquiera nos calienta por la cantidad de veces que la hemos lavado”. “Queremos romper el asedio y tener de nuevo la sensación de ser seres humanos que merecen vivir”, reclama.

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