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Su relación es cada vez más fría y no se vislumbra ninguna salida al bloqueo del proceso de adhesión de Turquía a la Unión Europea. Aunque parecen encaminarse hacia un divorcio, ni Ankara ni Bruselas quieren asumir la responsabilidad.
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Exasperado por los retrasos en el proceso iniciado en 2005, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, agita ahora el fantasma de un referéndum para dejar que su pueblo decida. Es su manera de presionar a la UE, que no quiere romper con un país convertido en socio clave en la lucha contra la inmigración ilegal.
Bruselas lamentó en un informe publicado el 9 de noviembre el “retroceso” de Turquía en el cumplimiento de los criterios de adhesión al bloque desde el golpe de Estado abortado de julio, en particular en lo relativo a la libertad de expresión y el Estado de derecho.
Sin embargo, incluso si algunos dirigentes de países de la UE expresan abiertamente su hostilidad a la adhesión de Turquía, alegando violaciones de los derechos humanos, Bruselas continúa abogando oficialmente por la continuación de las negociaciones.
Aykan Erdemir, de la Fundación para la Defensa de la Democracia establecida en Washington, cree que la “reticencia” de Bruselas a suspender el proceso de adhesión se debe a que éste “se percibe como uno de los últimos instrumentos de que dispone la UE para frenar el poder arbitrario de Erdogan”.
– Lenguaje diplomático –
La preocupación de la UE por los derechos humanos en Turquía aumentó desde el golpe y las purgas masivas que siguieron en todos los ámbitos del Estado, y que también afectaron a la prensa y a los partidos de oposición.
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Para Roy Karadak, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Bremen (Alemania), la amplitud de la represión posgolpe “significa, en los hechos, el fin del proceso de adhesión”.
“En el lenguaje diplomático difícilmente se puede decir, pero ningún dirigente europeo puede respaldar ahora de manera creíble la adhesión de Turquía”, estima.
Sin embargo, los dirigentes de los países de la UE, con excepción de Austria, siguen preconizando públicamente la continuación de las negociaciones con Ankara.
La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, dijo el lunes que era “muy importante que los canales de comunicación sigan abiertos con un país candidato a la adhesión y un socio”.
Del lado turco, el portavoz de la presidencia Ibrahim Kalin afirmó en una reciente tribuna en el diario Daily Sabah que la adhesión a la UE era “un objetivo estratégico” para Turquía y que las negociaciones deberían acelerarse.
Bruselas y Ankara firmaron en marzo un acuerdo que preveía una ayuda de 6.000 millones de euros para Turquía y la apertura de nuevos capítulos en el proceso de adhesión. A cambio, este país se comprometía a controlar a los migrantes que se dirigen a Europa, donde el año pasado llegaronmás de un millón.
Ankara espera también que la UE suprima la obligación de visado para los ciudadanos turcos.
– ¿Y la economía? –
Para Soner Cagaptay, del Washington Institute for Near East Policy, las declaraciones públicas de la UE se deben a la preocupación por preservar el acuerdo sobre los refugiados.
Si Erdogan rompiera con la UE, lo haría sabiendo que ésta “volverá hacia él, de rodillas o casi, cuando el Egeo se vuelva a calentar y los refugiados puedan volver a cruzar”, estimó.
Sin la cooperación de Erdogan, “el continente podría estar inundado de refugiados”, agregó.
Pese a una retórica a menudo incendiaria en los últimos meses, la dependencia económica de Turquía en relación a la UE podría llevar a Erdogan a moderar sus posiciones.
El crecimiento económico turco registra ya una importante desaceleración, y una ruptura de negociaciones con la UE “podría infligir un duro golpe al comercio con Europa”, señala Anthony Skinner, analista de la consultora Verisk Maplecroft.
“El presidente turco puede ser un orador populista pero es suficientemente inteligente para saber que el 85% de la inversión extranjera directa en Turquía viene de Occidente”, agregó por su parte Erdemir, el analista de Washington.