Estaba solo, tenía 16 años y dispuso de apenas unos minutos para decidir: el oficial birmano le dio a elegir entre ir a la cárcel o enrolarse en el ejército como muchos otros niños soldados del país.
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¿Su delito? Haber transgredido un reglamento que en aquella época prohibía estar en la calle después de cierta hora.
Eligió el ejército. En dos años, se convirtió en otra persona: alejado de su familia, golpeado por cualquier motivo, terminó alcohólico antes de los 18.
Hoy forma parte de los 800 soldados birmanos devueltos a la vida civil a partir de 2012, según cifras de la Unicef. La Organización de Naciones Unidas para la Infancia prosigue su programa con el ejército que escapa al control del nuevo gobierno civil dirigido por la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.
El regreso a la vida civil es duro para estos jóvenes, a pesar de los programas de estudio o de ayuda a la creación de empresa. Su Thet Htoo dice estar todavía traumatizado por su experiencia en el ejército, institución todopoderosa durante los años de la junta militar.
El oficial “me explicó que no podría ver a mi madre si iba a la cárcel porque me iban a meter preso mucho tiempo, y que en cambio en el ejército podría tener vacaciones”, recuerda Su Thet Htoo, que hoy tiene 21 años y es mecánico.
Nadie sabe exactamente cuántos niños estuvieron enrolados en el ejército birmano, que actualmente tiene unos 500.000 efectivos.
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Según la ONU, además de las Fuerzas Armadas, siete grupos étnicos armados reclutan niños como soldados en este país, donde desde hace décadas existen numerosos conflictos internos.
La mayoría son oriundos de familias rurales pobres que huyen de la miseria para ir a vivir a Rangún o Mandalay, las dos principales ciudades del país, donde los reclutadores los buscan en lugares públicos. Sus métodos: amenazas, drogas o promesas de empleos bien remunerados.
– Bebiendo desde la mañana –
El reclutamiento ha disminuido a partir de 2012, año en que el ejército aceptó dejar de recurrir a niños soldados y liberó a varios cientos.
Sin embargo, según los expertos, los niños siguen siendo víctimas de esta práctica. “La Tatmadaw (nombre del ejército birmano) tiene dificultades para reclutar, entonces siguen apuntando a personas vulnerables”, explica Piyamal Pichaiwongse, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Rangún.
Su Thet Htoo permaneció unos primeros meses en el campo de entrenamiento de Danyinkone, en los suburbios de Rangún, donde los oficiales le dijeron que mintiera sobre su edad y declarara 18 años, la edad mínima para ingresar al ejército.
Permaneció cuatro meses y medio en ese lugar para recibir entrenamiento, sin poder comunicarse con su familia que ignoraba su paradero.
Luego fue enviado cerca de la línea de frente con la insurgencia étnica en Etat Karen, en el sur del país.
Su Thet Htoo retuerce sus manos tatuadas y tiene la mirada perdida cuando relata cómo, para olvidar los golpes, buscaba refugio en el alcohol.
“Me pegaban cuando hacía algo mal. A veces, por un pequeño error, me pegaban. Por eso comencé a tomar” desde la mañana.
“Una vez me peleé con otro soldado estando borracho. Un sargento me pegó en la cara. Como estaba borracho, le escupí. Tres o cuatro soldados comenzaron a pegarme y me dejaron una herida en la cabeza”.
– Preparar a los familiares –
En dos oportunidades, Su Thet Htoo huyó para reencontrarse con su familia, que lo había dado por muerto tras varios meses sin noticias.
Cada vez lo detuvieron, antes de golpearlo y devolverlo al ejército. Fue la intervención de su madre lo que permitió su desmovilización.
Pero el regreso a la familia constituyó un nuevo desafío: se peleó con los suyos a causa de su alcoholismo y cambió varias veces de empleo antes de internarse en un templo budista para dejar su adicción.
“Varias comunidades se niegan a recibir a un niño que haya cometido actos de violencia, que haya empleado armas contra otras personas”, explica a la AFP Bertrand Bainvel, representante de Unicef en Birmania. De allí la importancia de preparar a los familiares para regreso del joven.
Hoy en día, Su Thet Htoo sólo quiere una cosa: “olvidar” y concentrarse en su oficio de mecánico de automóviles.