La controvertida contratación de José Manuel Durao Barroso por Goldman Sachs o las conferencias remuneradas de Hillary Clinton en Wall Street han multiplicado los llamamientos a regular las relaciones entre la política y las finanzas.
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En Estados Unidos y muchos otros países, esta práctica se conoce ampliamente como ‘puertas giratorias’, en referencia al proceso por el cual banqueros y financieros entran en política o al revés.
Pero, según el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, poco importa el nombre, el resultado es el mismo. “Una pérdida de confianza en nuestro sistema político y dudas sobre si las leyes se adoptan para el interés de todos o sólo para el de una sociedad financiera”, dice a la AFP.
“Hay que preguntarse si una persona puede ser firme con las finanzas si su futuro profesional está precisamente en ese sector”, afirmó Stiglitz durante su estancia en París, explicando que el fichaje de Durao Barroso por Goldman Sachs no es más que la “continuación” de estas prácticas.
La verdad es que no faltan ejemplos, como el del excanciller alemán Gerhard Schroeder, fichado por la compañía rusa Gazprom justo después de su derrota electoral, en 2005.
O el del exsecretario de Tesoro estadounidense Henry Paulson, que trabajó anteriormente en Goldman Sachs y en 2008 tuvo que gestionar desde la administración pública la quiebra de Lehman Brothers, su antiguo rival.
Tras el caso Barroso, el periódico británico The Guardian recordó que el exministro de Energía del país Ed Davey, el mismo que atribuyó a EDF el proyecto de central nuclear en Hinkley Point, trabaja ahora para MHP Communications, que se ocupa precisamente de las relaciones públicas de la eléctrica francesa.
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En España también ha habido casos polémicos, como el del expresidente socialista Felipe González, que pasó por el consejo de administración de la compañía energética Gas Natural, o el de su sucesor en el cargo, José María Aznar, que al terminar su mandato se convirtió en asesor de News Corp, el conglomerado de Rupert Murdoch.
– Proximidad y connivencia –
Se trata de las mismas sospechas de ‘proximidad con las finanzas’ que las que le han costado muy caro a Hillary Clinton, según el economista Thomas Piketty. En su artículo publicado en Le Monde, el francés se refiere en particular a las conferencias que Clinton daba en Wall Street, remuneradas a precio de oro.
Durante las primarias demócratas, su rival, Bernie Sanders, llegó a poner en duda su capacidad para regular las mismas compañías que le pagaban. Una imagen de cercanía con Wall Street que supo aprovechar durante la campaña el entonces candidato republicano y ahora presidente electo, Donald Trump.
Cada vez más voces critican las puertas giratorias, aunque sean legales, como ha reconocido recientemente un comité de ética de la UE, que ha dado su visto bueno al contrato con Goldman Sachs de Barroso, expresidente de la Comisión Europea.
“Hay un verdadero problema de connivencia entre las élites políticas y financieras; no es sano para la economía y no se justifica”, dice a la AFP el economista francés Christophe Ramaux, profesor en la Sorbona y uno de los 138 economistas que han firmado un manifiesto para “sacar a Europa de un callejón sin salida”.
El secretario de Estado francés de Comercio Exterior, Matthias Fekl, se ha unido como otros a las voces que denuncian estas prácticas. “Soy de los que piensan que hay que endurecer considerablemente las reglas de deontología”, asegura.
El caso Barroso también indignó al comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, porque aceptó un puesto en el banco que “participó en la falsificación de las cuentas de Grecia”, declaró en una conferencia reciente en París.
Por su parte, Stiglitz pide regular las relaciones entre política y finanzas. “El sector financiero está muy apegado a la idea de austeridad (…), y si pasas mucho tiempo hablando con banqueros, acabas pensando como ellos”, advierte.