Un soldado sirio dispara a una bandera negra del grupo Estado Islámico (EI) situada a unos metros de él. En la ciudad de Deir Ezzor, el ejército se enfrenta casi cuerpo a cuerpo con los yihadistas que lo asedian desde hace más de dos años.
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En los barrios bajo control del régimen de Bashar al-Asad, que representan el 40% de esta ciudad del este sirio, los militares están día y noche en estado de alerta frente a los hombres de Abu Bakr al Bagdadi, el jefe del EI.
“Nunca hay descanso. Inclusive en la noche dormimos con un ojo abierto”, confía el soldado Omar, que utiliza un pseudónimo como los otros militares entrevistados por un periodista de la AFP en el lugar.
Unos metros más lejos, del otro lado de la línea de demarcación en el barrio dividido de Huwayqa, se pueden ver las posiciones yihadistas en las que están colocadas banderas de la organización ultrarradical.
“Hasta durante nuestras pausas, estamos siempre alerta”, añade Omar, que felicita al compañero de armas que acaba de hacer caer el estandarte yihadista.
Este soldado de larga barba, que lleva una cartuchera bien llena de balas y un kalashnikov, no ha visto a sus padres instalados en Damasco desde hace tres años.
El barrio de Huwayqa está devastado. Muchos edificios fueron derribados. Una trinchera de varias decenas de metros rodeada de bolsas con arena facilita a los soldados desplazarse en una línea de demarcación y espiar a sus adversarios.
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“Eso nos protege también de francotiradores y de los atentados”, explica un oficial. “Nos facilita asimismo abrir túneles para llegar a las posiciones enemigas sin ser vistos”, añade.
Solo se puede llegar a Deir Ezzor en helicópteros militares, pues el EI conquistó una parte de la ciudad en julio de 2014 y asedia el sector gubernamental desde enero de 2015.
Es la única ciudad de Siria donde las tropas del régimen están asediadas, y la única en el este donde un sector está en manos del ejército, en una región controlada ampliamente por el EI.
Para el ejército sirio mantenerse ahí garantiza regresar un día al valle del Éufrates y retomar los campos petrolíferos que suministran las dos terceras partes de la producción siria, asegura el experto francés en temas sirios Fabrice Balanche.
Para los yihadistas, es la segunda ciudad más importante que controlan después de Raqa (norte), objetivo actual de una ofensiva árabo-kurda.
La provincia de Deir Ezzor, la segunda más importante en superficie luego de Homs (centro), es una importante región agrícola, fronteriza de Irak.
En la ciudad, situada a orillas del Éufrates y de 300.000 habitantes antes de la guerra de 2011, el régimen controla parte del sector oeste, o sea 25 km2 donde viven más de 100.000 personas, así como el aeropuerto militar en la periferia.
– Vigilancia –
El EI está posicionado principalmente en la parte este, donde viven más de 50.000 civiles.
“Nuestras posiciones y las del enemigo solo están a unos 15 metros de distancia”, dice a la AFP el responsable del frente de Huwayqa, que pidió el anonimato.
Según él, los yihadistas no atacan de frente sino que tratan de infiltrarse.
“Aprovechan cuando hay tormentas de arena, niebla o heladas para atacar. Por eso cuando eso ocurre redoblamos la vigilancia”, asegura el coronel.
Los militares no quieren dar un balance de muertos en sus filas, pero según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), 2.500 soldados y milicianos prorrégimen han muerto desde el inicio de la batalla. Cerca de 3.000 yihadistas murieron según la misma fuente.
En los últimos dos meses, las posiciones están fijas, sin que ninguno de los beligerantes avance.
Según los oficiales en el lugar, los soldados siguen siendo aguerridos tras meses de combates. “Enfrenté varios grupos, rebeldes, yihadistas del Frente Al Nosra (ex brazo de Al Qaida denominado ahora Front Fateh al Cham) y luego el EI”, explica el soldado Samer.
“Los rebeldes llevan a cabo un ataque frontal, Al Nosra pone minas en los edificios y los hace explotar, mientras que el EI nos envía coches bomba seguidos de kamikazes”, precisa.
Aunque es una de las batallas más difíciles para el ejército, los soldados parecen mantener la moral alta.
“Quieren hacernos creer que nos van a decapitar. pero resistimos”, advierte Samer.