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Voluntarios extranjeros ayudan a los niños heridos de Mosul

Voluntarios extranjeros venidos de Europa o de Estados Unidos ayudan a las fuerzas especiales iraquíes a curar a los niños heridos en la batalla en Mosul, que son cada vez más numerosos.

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Los estadounidenses Peter Reed y Derek Coleman y el eslovaco Marek Adamik trabajan en un hospital de campaña situado en la única carretera que permite a los civiles huir de los combates del este de Mosul.

Los tres trabajan para una pequeña ONG con sede en Eslovaquia, Academy of Emergency Medicine (AEM), junto a diez miembros del servicio médico de las fuerzas especiales enviadas por Bagdad.

Las instalaciones son precarias, con menos de diez camas de campaña, dos ambulancias y algunas cajas de material médico.

Marek Adamik explica a AFP que su prioridad son los civiles heridos por la explosión de coches bomba o por disparos de francotiradores del grupo yihadista Estado Islámico (EI), que defienden con uñas y dientes su feudo iraquí.

El martes, el primer herido en llegar fue una niña con pijama rosa que tenía una herida de metralla en la pierna derecha. Fue atendida por Peter Reed, el director de AEM-Eslovaquia.

En los últimos días también han sido atendidos un niño de 12 años con una pierna destrozada por un ataque de mortero, un chico que resultó herido cuando recogió una mina que no había estallado y una niña herida en la explosión del coche bomba en la que murió toda su familia.

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Cuando llegan “los niños es la peor parte”, explica Reed, porque, a diferencia de los adultos y los niños muy pequeños, no se quedan en sus casas sino que “sobre todo los chicos, les gusta salir fuera”.

Los civiles heridos llegan a este hospital en ‘pick-ups’ o vehículos blindados porque es demasiado peligroso para las ambulancias recorrer el kilómetro que separa el hospital del frente.

El personal de AEM y los auxiliares médicos trabajan juntos para detener hemorragias o poner vendas. Reed da las órdenes en inglés que luego un iraquí traduce a sus colegas.

Los casos más urgentes, como el del niño herido por disparos de mortero, son trasladados en ambulancia hasta Erbil, 80 kilómetros más a la este.

Tras haber atendido a un paciente, Reed y su colega estadounidense Derek Coleman, de 27 años, hacen una pausa tomando bebidas energéticas y chocolate.

Peter Reed, un exmarine de barba rubia, llegó a Irak en 2015 para ayudar a luchar contra el grupo Estado Islámico. Tras algunos meses sin haber visto combates, empezó a atender a los kurdos heridos. “Me di cuenta de que se necesitaba gente para curar a los civiles en el frente”, recuerda.

Su caso es parecido al de Derek Coleman, nacido en el estado de Nueva Jersey, en el noreste de Estados Unidos. “Llegué aquí primero como combatiente y luego vi que se necesitaba apoyo médico”, explica mientras se coloca una gorra de béisbol.

Derek cree que lo peor está por venir porque el número de víctimas civiles aumentará a medida que las tropas iraquíes avancen hacia Mosul, una ciudad de más de un millón de habitantes.

Cuando cae la noche, Peter, Derek y Marek comparten con los socorristas iraquíes una casa abandonada donde intentan dormir a pesar del ruido de las explosiones y las ráfagas de armas. Para olvidar un rato “el rostro de los pacientes”, Peter mira películas en su ordenador.

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