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Las combatientes kurdas que buscan vengar a las mujeres víctimas del grupo EI

En un todoterreno, una combatiente kurda de 23 años se adentra en el desierto sirio al norte de Raqa para unirse al frente en el combate contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI).

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“Queremos demostrar que somos capaces y que tenemos un papel que desempeñar [en la lucha contra el EI]” , afirma esta joven, delgada y de cabello castaño, que se hace llamar Kazîwar.

Forma parte de las Unidades de Protección de la Mujer Kurda (YPJ), que combaten junto a sus compañeros de armas varones en la ofensiva lanzada el sábado por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) -una alianza árabo-kurda- para tomar Raqa, ‘capital’ del grupo EI en Siria.

Con zapatillas deportivas y una sudadera sobre la chaqueta de camuflaje para protegerse del frío, han pasado años desde que Kazîwar tomó las armas, participando en muchas batallas contra los ultrarradicales.

En uno de estos combates perdió a su amiga, a su “hermana de armas”, Baharin Jia, cuya foto lleva pegada en el retrovisor del vehículo.

Cientos de ellas luchan contra los yihadistas que siembran el terror en los territorios bajo control kurdo en Irak y en Siria, sobre todo entre la comunidad de los yazidíes, a cuyas mujeres han convertido en esclavas.

“Nuestra participación en las brigadas femeninas es una revancha para todas las mujeres secuestradas en Sinjar [Irak] y vendidas [como esclavas sexuales] en los mercados”, explica Kazîwar.

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La combatiente llega a la aldea de Mazraat Jaled, a un kilómetro de los combates entre los yihadistas y las FDS, y a unos 30 kilómetros de Raqa.

– Trenzas y mortero –

La joven entra en un edificio situado en lo alto de una colina, donde se encuentra su jefa, Rojda Felat, de 38 años.

Los yihadistas “están atormentados con la idea de morir a manos de una mujer, porque estiman que es ‘haram’ [prohibido por la religión islámica]”, se burla Kazîwar. “Se mueren de miedo al oírnos, pero nosotras, en primera línea, les lanzamos ‘yuyus’ [gritos tradicionales] después de cada victoria”, se jacta.

Mientras ellas hablan, los cohetes caen cerca y los aviones de la coalición internacional que apoya a las FDS atacan las posiciones yihadistas, desde las que se eleva un humo gris.

Rojda lleva trenzas debajo de su ‘kufiya’ [pañuelo tradicional de Oriente Medio] y una insignia amarilla de las Unidades de Protección Popular (YPG) sobre el hombro izquierdo. Va dando órdenes por los walkie-talkie a los combatientes -hombres y mujeres- que se lanzan al asalto de las líneas enemigas.

En el edificio, las combatientes descansan. Fuera se quedan los vehículos de combate improvisados (los llamados artillados).

“Con frecuencia, en el ámbito militar, la gente mira a la mujer con condescendencia, dicen que somos demasiado sensibles, que no nos atrevemos a llevar un cuchillo o un revolver”, asegura la combatiente, pero “ya ven que en las YPJ manejamos bien la ‘dushka’ [ametralladora pesada de fabricación rusa], sabemos usar el mortero y somos capaces de desminar”, explica, riendo.

– ‘Miedo de nuestras voces’ –

Rojda señala con el dedo un sitio donde los habitantes de Al-Hicha se han refugiado, y pide a sus subordinados que los conduzcan a un lugar seguro para evitar que sean alcanzados por los obuses.

En esta aldea controlada por el grupo EI, a 40 kilómetros al norte de Raqa, veinte civiles murieron el martes por la noche por bombardeos de la coalición antiyihadista dirigida por Washington, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH). Una portavoz de las FDS, Jihan Cheij Ahmad, lo desmiente y afirma que “estas acusaciones son obra del EI”.

“Luchamos para salvar a nuestras madres, a nuestras hermanas; las victorias que conseguimos son históricas”, asegura.

La comandante se encamina al lugar donde están sentadas unas combatientes que han dejado los Kaláshnikov sobre un muro para darse un respiro y comer un bocadillo.

Shirin, de 25 años, oriunda de un pueblo en la frontera turca, observa con sus prismáticos la batalla.

“Como mujer kurda de las YPJ, estoy encantada de participar en esta campaña para derrotar a estos mercenarios”, dice, riéndose del miedo que suscita en el adversario.

“Tienen miedo de nuestras voces. Tienen miedo de que los matemos. Quieren que la mujer sea para siempre una esclava del hombre”, declara.

“Me revienta cuando veo a mujeres vestidas con ‘niqab’, y me alegro cuando veo que se lo quitan”, concluye esta mujer delgada de ojos marrones, con un fular floreado de color burdeos sobre la cabeza.

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