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Los eufóricos seguidores de Donald Trump formaban en la madrugada de este miércoles una ruidosa marea en la sede del candidato republicano a la Casa Blanca en Nueva York, coreando al unísono “USA” y vestía en perfecta coordinación un sombrero con el lema electoral, mientras esperaba la aparición de su héroe.
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“Estamos muy emocionados”, contó a la AFP Aliza Romanoff, una mujer de Long Island cuya familia conoce al magnate inmobiliario desde hace años.
Junto a su esposo y sus padres, celebraba una victoria anticipada ante los favorables resultados que lograba el aspirante conservador.
La “fiesta de la victoria” que la campaña de Trump organizó en un hotel de Manhattan arrancó a medio gas, expectante pero optimista ante lo depararía la noche.
Pero a medida que se fueron desvelando los resultados, estado por estado, la alegría invadió a los partidarios republicanos.
El número de curiosos creció con el paso de las horas y la euforia encontró su lugar -ayudada por los litros de alcohol que corrían-, a la espera de la noticia más esperada: la victoria tras una reñida contienda y una agotadora campaña.
“Es increíble. No sabía que Trump lo lograría”, explicó Glenn Ruti, un neoyorquino de 54 años que trabaja en el sector de las telecomunicaciones, sin que todavía se hubiese declarado quién es el vencedor.
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El candidato republicano empezó ganando en Ohio, Florida, Carolina del Norte y Iowa, algunos de los estados clave que decidieron esta elección.
Con cada estado ganado, la audiencia vibraba, gritaba, aplaudía y hacía ondear sus pancartas.
“Ganará y mi vida cambiará para siempre”, afirmó un partidario mientras hablaba por teléfono, visiblemente incrédulo.
Los camareros, impecablemente vestidos con traje oscuro, se apresuraban en reponer las botellas vacías. La fiesta puede ser muy larga.
“Definitivamente estamos sorprendidos. Creemos que será una lucha muy reñida”, señaló Romanoff. “Pero estamos felices”, aseguró.
– Silencio –
La fiesta se acabó antes de tiempo en la sede demócrata, después de que el jefe de campaña de Hillary Clinton anunciara por sorpresa que la candidata no hablará ante sus seguidores.
“Aún están contando votos y cada voto cuenta. No tendremos nada que decir esta noche. Entonces escúchenme: todos deberían ahora ir a casa, a dormir. Tendremos más para decir mañana”, declaró John Podesta.
Antes de recibir esta inesperada noticia, los ánimos ya habían mermado ante los malos resultados cosechados en algunos campos de batalla clave.
“Es surrealista”, comentó una empleada del gobierno, que sólo se identificó con el nombre de Margarita.
“Nuestras vidas no están seguras” si Trump se convierte en el nuevo presidente del país, afirmó con pesadumbre.
Evelyn Stengel reconoció que el electorado demócrata sabía de antemano que éstos serían unos comicios muy ajustados. “Pero no tan ajustados”, subrayó.
La comparecencia de Podesta tuvo un efecto inmediato.
Las televisiones mostraron cómo los partidarios de Clinton abandonaban la sede donde esperaban celebrar una victoria histórica, la de la primera mujer que llega a la presidencia de Estados Unidos.
Anabel Evora no es creyente, pero se encomendó a alguna fe para que las proyecciones dieran buenas noticias al campo demócrata.
“Necesitamos un milagro. Estoy triste. Estoy a punto de llorar”, reconoció.