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Criticada incluso en su bando a causa de su política migratoria, la canciller alemana, Angela Merkel, previsible candidata a su propia sucesión, se prepara para una campaña difícil en vista de las elecciones de 2017.
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Mientras, los conservadores de la CSU bávara, partido hermanado con la CDU de la canciller, inauguran su congreso este viernes, al que Merkel no asistirá, algo inédito desde que se puso al frente de la Unión Demócrata Cristiana en 2000.
¿La razón? El debate en torno a la decisión de la dirigente alemana de acoger a unos 900.000 migrantes y refugiados en 2015.
La medida fue polémica en la muy conservadora Baviera. Su líder, Horst Seehofer, no ha dejado de reclamar desde entonces una vuelta de tuerca a las políticas migratorias y un límite anual de 200.000 solicitantes de asilo, una propuesta que la canciller rechaza.
Pero presionada por la CSU y por los éxitos electorales de la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), Merkel ha endurecido su política migratoria y su discurso, con el fin de calmar a los bávaros, mientras que las llegadas de migrantes se han dividido por tres.
Para el politólogo Oskar Niedermayer, la canciller está “debilitada pero todavía presente, sin ningún contrincante serio en su bando ni ningún rival peligroso”.
– Tensiones –
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En los albores de un año electoral crucial marcado por tres comicios regionales y las legislativas de septiembre, las tensiones entre los conservadores no se han zanjado, aunque la reconciliación está en proceso.
Si los congresos de la CSU y el de la CDU de principios de diciembre pasan sin sobresaltos, podrían empezar la campaña unidos.
Para calmar las aguas, el secretario de la CDU, Peter Tauber, destacó que ambas formaciones “tienen más puntos en común que diferencias”.
Y, desde la CSU, instaron a la canciller a oficializar su candidatura a un cuarto mandato. “Angela Merkel es nuestra candidata”, recalcó el vicepresidente de la CSU, Manfred Weber, a pesar de que hace un año, en el anterior congreso, los militantes abuchearon seriamente a la canciller.
Además, su popularidad, que había caído en picado a raíz de la crisis migratoria, ha remontado últimamente (54% en octubre).
Sin embargo, el creciente auge de la AfD, cuyo discurso antiinmigrantes seduce cada vez más, podría complicar la jugada. Presente en diez de los 16 Estados regionales, la intención de voto del partido rondaría el 12%, por lo que la formación podría volver al Bundestag en septiembre.
– Maniobras a la izquierda –
Por otro lado, la izquierda también ha empezado a mover ficha.
Los socialdemócratas (SPD), socios minoritarios de la coalición en el poder en Alemania, siguen buscando un candidato, a pesar de que el impopular vicecanciller y ministro de Economía, Sigmar Gabril, se perfila como el más probable. Otro nombre que se baraja sería el del presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
Ante el doble riesgo de ser relegada a la oposición o quedar marginada a un papel de socio en una nueva gran coalición con la CDU, la formación se plantea un tripartito con los Verdes y la izquierda radical Die Linke.
Aún así, la unión se presenta complicada a causa de las diferencias entre Die Linke y los socialdemócratas como, por ejemplo, el posicionamiento anti-OTAN del partido de izquierda radical.
En cambio, la perspectiva de una alianza de izquierdas podría acabar contribuyendo a la reconciliación de la familia conservadora.
En este sentido, Seehofer pidió a la CDU que combatiera unida ese “frente de izquierdas”, el enemigo común, y evitar así una deriva a la izquierda” que podría engendrar un “retroceso de la economía” alemana.
Las diferencias sobre el tema migratorio con Merkel podrían quedar relegadas, pues, a un segundo plano.