Dos años después de haber abandonado la segunda ciudad de Irak en manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI), las fuerzas iraquíes vuelven a Mosul, lo que representa una oportunidad para limpiar su imagen.
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“El ejército no es el mismo” que aquel de 2014, explica el general Qassem al Maliki, comandante de la novena división, una de las unidades que participa en la ofensiva para reconquistar Mosul.
Algunos soldados pueden confirmarlo, ya que vivieron la caída rápida de esta ciudad del norte del país después del ataque relámpago que permitió a los yihadistas tomar el control de varios pedazos de territorio en Irak y Siria.
Dos años y medio más tarde, volver a Mosul “es un momento simbólico” para un ejército “que se había derrumbado espectacularmente en junio de 2014”, subraya Patrick Martin, especialista sobre Irak en el Instituto de Estudios sobre la Guerra. Vuelve hoy “mejor formado” y más fuerte “con el apoyo de la coalición”.
Además de la campaña aérea contra las posiciones del EI, esta coalición internacional liderada por Washington se fijó como misión reconstruir un ejército iraquí que fuera capaz de luchar de manera eficaz.
Para ello, Estados Unidos y sus aliados han desplegado a miles de consejeros militares en Irak.
Hasta ahora han formado y entrenado a 54.000 soldados iraquíes, policías y combatientes kurdos (peshmergas), según el portavoz de la coalición, John Dorrian.
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Paralelamente, desde su llegada al poder en 2014, el primer ministro Haider al Abadi limpió la cúpula del ejército apartando a algunos oficiales.
Los reemplazó por altos mandos más competentes y creíbles a los ojos de las tropas.
La caída de Mosul se explica por la “incompetencia” de los combatientes antes, durante y después de la batalla y que se tentaban con “todo tipo de corrupción”, según la denuncia de un informe parlamentario iraquí en 2015.
– Fuga de comandantes –
Así, la noche antes de la debacle, uno de los altos mandos del ejército se retiró de Mosul “con más de 30 vehículos blindados, lo que hizo decaer el ánimo de las tropas”, relata el informe.
El EI había utilizado esta partida para “propagar informaciones sobre la huida de los comandantes”.
Según los expertos, Irak pagaba todavía los problemas ocasionados por la campaña para que no quedaran vestigios del partido Baas que se inicio en 2003 tras la caída de Sadam Husein.
Muchos comandantes militares del depuesto régimen optaron en aquel momento por unirse a las filas yihadistas.
Para la campaña de reconquista de ciudades tomadas por el EI, como por ejemplo Tikrit o Faluya, las tropas gubernamentales recibieron la ayuda de fuerzas paramilitares como las unidades de movilización popular (Hashd al Shaabi, en árabe), integradas esencialmente por milicias chiitas apoyadas por Irán.
“El ejército iraquí ganó todas las batallas en que participó desde mayo de 2015”, subraya Michael Knights, del Instituto Washington para políticas de Oriente Medio.
“La razón principal -agregó- es la calidad de los jefes que comandan las principales divisiones. La reconquista de Mosul coronará el renacimiento del ejército iraquí”, sostiene.
Pero para el experto Patrick Martin, no todos los problemas han desaparecido. Cita como ejemplo “la falta de efectivos y la corrupción”, como así también la infiltración de las fuerzas del ministerio del Interior.