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Las melodías nativas resuenan a lo largo de una nevada cadena montañosa que es adorada desde hace siglos por los quechuas. Conocido como el Festival de la Estrella de Nieve, la reunión se realiza cada año antes de la festividad cristiana del Corpus Christi y atrae hasta a 100.000 personas a la provincia de Quispicanchis, en la región peruana de Cusco. También coincide con la reaparición del cúmulo estelar de las Pléyades en el Hemisferio Sur, lo que señala la abundancia de la temporada de cultivos.
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Inscrito en el listado de Patrimonio Cultural Intangible de la UNESCO, en el festival se destaca el peregrinaje de los residentes locales a un santuario donde una roca presenta una imagen de Jesucristo, conocida como el Señor de Qoyllur Rit’i o la Estrella de Nieve en lengua quechua.
El santuario se ubica en el Valle de Sinakara, en la base de la montaña Qullqip’unqu en Los Andes. Los templos de la zona proveen de alimentos a los peregrinos que acampan en el valle.
La celebración es una mezcla de creencias católicas romanas e indígenas que honra a Jesús y al glaciar del área, considerado sagrado por algunos pueblos indígenas. Aunque el festejo nativo es mucho más añejo, la parte cristiana del ritual data del siglo XVIII, cuando se dice que Jesús se le apareció a un joven pastor en la forma de un niño.
La última noche del festival hombres conocidos como “ukukus” suben a más de 4.500 metros en temperaturas gélidas al glaciar de la montaña Qullqip’unqu. Los “ukukus” son los únicos que pueden subir hasta los nevados porque representan el nexo entre el Señor de Qoyllur Rit’i y el resto de los mortales. Vestidos como criaturas mitad oso y mitad hombre llevan cruces a la cima, donde pasan la noche. Luego descienden con sus cruces al asomar los primeros rayos del sol y son recibidos por grupos de mujeres y niños.
Los “ukukus” tienen reglas muy estrictas: se organizan como un pequeño ejército de creyentes que obedecen a unos capitanes y por encima de todos se encuentra el “caporal”. Este es el responsable del grupo y el encargado de azotar con su látigo tres veces a los nuevos integrantes, quienes hacen la promesa de regresar al menos tres años seguidos a la peregrinación.
En los últimos años los peregrinos han notado un declive en el tamaño del glaciar debido al calentamiento global. Con la esperanza de evitar un mayor derretimiento, los “ukukus” ya no utilizan las enormes velas que alguna vez fueron comunes en sus rituales. Los “ukukus” también solían cortar cubos de hielo para llevarlos a la base de la montaña, pero ya no lo hacen.
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José Luis Mamani, presidente de los Paucartambo, una de las varias naciones indígenas que hacen el peregrinaje, dijo que los miembros de su grupo están “muy preocupados por el estado de este lugar sagrado”.
Aun así, luego de pedirle al Señor de Qoyllur Rit’i salud, paz y prosperidad, los peregrinos vuelven a sus hogares con la esperanza intacta y la expectativa de volver a realizar el ritual el próximo año.
Fotos y texto de Rodrigo Abd para Associated Press.
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